sábado, 30 de diciembre de 2017

ENGAÑOSAS APARIENCIAS

     El caso es  que la España actual padece lo suyo porque los españoles  no se ponen de acuerdo ante problemas que dejarían de serlo poniendo en práctica el principio de solidaridad. Este es el caldo de cultivo que parece inalterable al paso de los años. Somos insolidarios. En el fondo, envidiosos.
     ¿Sólo padecen por ello los españoles? No. Si examinamos el mapamundi con objetividad, el mal está muy extendido. España puede parecer un paraíso.
     Pero no lo es. Basta ver cómo los partidos políticos, promotores -según sus dirigentes- de un futuro bienestar para las sufridas masas, se valen de mil trucos para guardar las apariencias. Y la muchedumbre, pica,  muerde el anzuelo. Lo confía todo a las urnas, como si el invento fuera agua milagrosa.
     Es paradójico, la urna es un azar. No elegimos a los candidatos. Nos los eligen. Y ya vemos el resultado.  Pero... ¿Que otra solución nos queda?
     Los pueblos mas felices son aquellos donde los políticos  ocupan un segundo plano. Las multitudes dan  prioridad a los méritos propios, a la valía de cada ciudadano. Una nación nunca  es rica por sí misma; lo es cuando cada uno de sus habitantes tiene un  buen pasar; en resumen cuando  la inmensa mayoría, el pueblo llano, es rico. Y esto no se regala, se lo ha de ganar cada uno.
     ¿Y eso cómo se logra? Usted, lector, no necesita esforzarse mucho para deducir que no todo es cuestión de leyes, que dependen de los políticos; es algo personal. Me refiero a la formación de cada uno, a su valía, a sus convicciones... a su conducta.
      Lo demás, no lo dude, son engañosas apariencias, llenas de trampas.
      Los derechos y deberes individuales, los entiende un niño. Son eso, individuales. Por algo, los políticos mediocres se inclinan  en favor de  los derechos colectivos. Para llenar las urnas.
      Reflexione sobre esa realidad.

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