Pero con el bienestar sucede, cuando se alcanza, que raras veces se aprecia: la salud, el pan de cada día, la paz social, la cultura de un pueblo, la limpieza ambiental... Sí se estiman, si duda, pero como si fueran algo merecido, normal, corriente... que se valora mucho más cuando se pierde.
Para compensar esas pérdidas, los seres humanos, desde remotos tiempos, dieron con una solución esperanzadora, con un invento convencional: las monedas de cambio. Un valor convenido que te permite comprar, con un papel impreso, gran parte de la felicidad pérdida.
¿Qué queremos en general los seres vivientes? Vivir y vivir mejor. Las peleas entre ellos, ¿cómo se explican? Dando a conocer el derecho de cada uno a vivir mejor y defendiéndolo con fuerza.
Claro está: vivir mejor dentro de un orden. Orden que se impone y organiza, que se interpreta, por los más fuertes; por lo general, entre humanos, suelen ser los más ricos, lo mismo en el plano individual que en el colectivo. Los tales ricos suelen tener, con frecuencia más facilidades para valerse de la fuerza de la razón y, si fuera necesario, de la razón de a fuerza.
Si ahora, valiéndonos de estas premisas, examinamos el problema catalán, ¿qué se discute?
Usted, lector tiene elementos de juicio suficientes para deducir que los implicados en la lucha buscan una vida mejor. Dicen que lo hacen razonadamente, sin violencias.
Las guerras siempre empiezan razonadamente. Y siempre terminan con una paz razonable, impuesta, claro está por el más fuerte.
Ora cosa es lo que dicen o prometen. Como si todos fuéramos ángeles del amor hermoso.
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