Me gusta la moderación, pero esto no impide tener ideas claras sobre la evolución de las políticas y de los políticos y su comportamiento ante las demandas de un sector social, el suyo. No olvidemos que cada partido tiene sus fieles a los que satisfacer sus anhelos, con más razón si son justos.
Para que no existan dudas, estoy aludiendo a los políticos del centro derecha constitucionalista de la Vasconia peninsular, que no conectan con sus potenciales electores.
Esto no impide, sino al contrario, reconocer los méritos del adversario; ni tampoco les priva del derecho a defender por vías pacíficas y legales sus ideas y su programa.
Claro está: el programa tiene que ir orientado , con detalle, hasta en sus pormenores, en favor de aquellos ciudadanos a los que piden el voto. Y orientado no con vaguedades, sino con soluciones concretas, con este fin: la prosperidad ha de llegar para todos.
De nada serviría todo ello, si no se da ejemplo. El hecho de resignarse ante lo que. prometen y no hacen, es como cantar la palinodia; y si encima le echas una mano a tu adversario a cambio de nada que favorezca a los tuyos, es como hacer el indio y bailar el tan-tan con plumas de colores.
Ya es tarde; tantos años a la deriva no se arreglan cambiando los collares de los mismos chuchos. Hay que empezar con políticos de verdad, tan correosos como críticos, capaces de ir de casa en casa haciendo amigos.
En el País Vasco, muchos vasco-españoles, residentes en zonas vasconizadas, se ven silenciados y habría que saber el porqué. Están solos. El centro derecha, ni siquiera sabe quiénes sufren por esta causa. Y así, echar un cable a los que discriminan, es de inútiles; ¡ya me dirán!
Podría hacerse un recuento de las carencias que padecen muchos vasco-españoles. Ese es el primer punto de un programa que no existe con caracteres de autenticidad.
Programa auténtico, insisto, no hueco y generalista; programa referido a hechos concretos, empezando por las víctimas del terrorismo y siguiendo por la escuela.
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