De aquellos polvos este lodazal. "Tápate la nariz", corrió la voz por Italia, cuando pasaron sus gentes por circunstancias parecidas a las nuestras, a las de España, en el pasado siglo. Y los democristianos, tolerantes ante el desafuero, fueron desapareciendo de escena. Claro está: Italia no resolvió sus problemas. Pero las negligencias políticas de cada país, es inevitable, repercuten en sus electores. La realidad viene a demostrarnos que los políticos arrastran su cruz, pero el condenando a cargar con ella es el multitudinario compuesto de votantes inermes.
La España cuajada de inútiles dados a la rapiña, convive con la España empobrecida. Pero todo tiene un límite. Y estando -como estamos- en fase crítica y al borde de un estallido, no nos damos cuenta de esa realidad. Mejor dicho: los titiriteros de la política se entretienen y nos divierten con números de circo y dialécticas inútiles capaces de confundir al mejor intencionado. Así pasa el tiempo. Y se pasa hasta el arroz.
La consigna del Gobierno consiste en aguantar, en no perder el timón; en seguir al mando de la nave. Pero el temporal no cede y ¡vayan ustedes a saber donde vamos a encallar!
Estamos bordeando la convocatoria de unas nuevas elecciones. A no ser que los más comprometidos, los tres partidos por ahora dominantes, hagan un ejercicio de sensatez para salir de esta crisis de poder, perdidos como están en discusiones inútiles. Porque es dudoso que unas nuevas elecciones resuelvan nada.
Habría que sacrificar, en ese intento de reordenar la marcha de un país, algunos liderazgos. Ése es el gran tema. Les gusta mandar y no se sacian. Les gusta a todos. Se desviven por ello. No reconocen sus limitaciones.
En España esas cosas suelen terminar en dictaduras, precedidas de una guerra civil. Miren nuestro pasado. También hoy, muchos disfrazados de demócratas están al acecho del poder absoluto.
¡Toca cargar con esa cruz!
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