lunes, 29 de mayo de 2017

LA NACIÓN SEGÚN SABINO ARANA

A Sabino Arana hay que agradecerle su claridad y su proceder sincero y sin tapujos. Lo que deseaba, al definir al Pueblo vasco, era dar a saber a quién debiera alcanzar, y a quién no, la condición de vasco; quién es, y quién no, el titular del derecho a formar parte de este Pueblo, pera ser o no miembro de la nación vasca.
“Empleo aquí el término nación –nos dice- en su sentido más estricto de conjunto de familias procedentes de un origen físico común y próximo,  análogas entre sí y distintas de las demás por sus caracteres morales y físicos. Es un término etnológico, no político como es el estado”.
“La nación -sigue- es producto de la naturaleza. Ningún hombre puede cambiar de nación aunque quiera. A ningún vasco puede hacérsele de nación española o francesa, ni a tiros de cañón: como ningún español o francés podrá jamás ser vasco. ¿Por qué? Porque España y Francia son naciones latinas, y el vasco no es latino; sino… vasco”.
Sabino Arana, en cierto modo, reaccionaba así ante la masiva llegada de emigrantes a la zona minera de Vizcaya que, a su entender, contaminaban los “buenos usos y costumbres” del Pueblo Vasco.
Al paso de los años, la emigración se generalizó y han sido los propios nacionalistas, seguidores de Sabino Arana, quienes han ido modificando su criterio, por la sencilla razón de que si en el País Vasco votaran a los partidos nacionalistas sólo los vascos,  conforme a las tesis del fundador del PNV, éste sería un partido minoritario en las convocatorias electorales. Al PNV lo salvan las decenas de miles de votos emitidos por los étnicamente tomados por “latinos” en los textos sabinianos.
Con una política envolvente, también de redes tendidas, han conseguido los nacionalismos el voto de muchos que no pertenecen en rigor al Pueblo vasco. A estos neo-vascos les han puesto el hábito de este Pueblo, y (muchos, no todos) se han identificado con las reivindicaciones nacionalistas. Han cambiado la ortografía de sus apellidos, han adoptado el santoral vasco para bautizar a sus hijos y estudian en euskera batua, que es algo así como rizar el rizo de la identificación eusquérica.
Pero el hábito no hace al monje y no se pueden romper los rasgos de identificación culturales, como los que dimanan del idioma español. No puede negarse que los vascos de verdad están en minoría en su propio país. Sin embargo, y esto es su mérito, han sabido captar los votos de etnias culturales que no son vascas, y con ello los han puesto en contra de los valores que representaban sus padres y abuelos; valores que, para el progreso de todos y, entre otros, gracias a ellos arraigaron en la Euskalerría o tierra de los que hablan en vasco.

¡Es curioso a la par que paradójico y frustrante! Pero la vida es así.

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