miércoles, 24 de mayo de 2017

LOS TREPADORES

     Según el diccionario al uso, un trepador es un ambicioso rampante sin escrúpulos que se vale de esta condición para ascender en la escala social  y, si todo cuadra, volverse millonario distinguido.
      No se descubre nada nuevo al afirmar que en los partidos políticos se refugia y prospera un buen número de trepadores rampantes. A muchos se les ve el plumero y terminan enjuiciados, pero otros, más agudos,  se las arreglan y dan fin a sus días en paz, con el riñón bien cubierto y en un cuadro con orla de honor en salones de prestigio.
     En  todos los partidos políticos -sin excepción y repito-  en una u otra época contaron con significados personajes que ganaron en popularidad y riqueza gracias al poder que ostentaban por  la política; allí donde  todo  el mundo entiende que quien medra en demasía no hace juego limpio ni cosa que lo fundó. Los derroteros abiertos a los prestigiados en virtud de su influencia en activo, (las puertas giratorias que dicen los podemitas) no cumplen, ni lo sueñan,  con el código marcado por los partidarios del trigo limpio.
     Así está la cosa. Y con la mente despejada, en  un  día de primavera -prenuncio de una sequía otoñal como de posguerra- me pregunto: ¿qué me va a mí en este infierno?
     Mi lucidez, propia de un nonagenario camino a la otra orilla,  me indica: ¿Por qué  no los mandas...?
     Así que, ¡adiós! Dedicaré mi tiempo a un relato de guerra para que se entretengan mis nietos.


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