martes, 2 de mayo de 2017
NO HAY EMPRESARIOS DE ARRAIGO
Dicho de otra forma: No es negocio montar una empresa cuyo éxito dependa del estado de ánimo de una plantilla de personal. El problema que más afecta en España a posibles y nuevos emprendedores, está muy relacionado con la legislación laboral y las prácticas al uso a las que están acostumbrados los españoles. Es un mundo muy complejo en cuyo análisis debieran entrar políticos y sociólogos.
Para empezar, los trabajadores tienen sus razones pero tropiezan con este inconveniente: nadie - salvo almas generosas que no abundan- se complica la vida para al final cosechar disgustos y no ganar dinero.
Por si esto no fuera suficiente, -aunque lo quieran arreglar algunos bien intencionados- la legislación española es como es: da facilidades y es capaz de subvencionar iniciativas improductivas y, al mismo tiempo, exigir a un pequeño empresario que resuelva logaritmos para poder funcionar
Así se da el caso de que para cumplir con la legislación laboral, lo primero que ha de hacer es contratar un asesor social si quiere funcionar normalmente. Y para no correr riesgos en el plano tributario, ha de ponerse en manos de un asesor fiscal que lo conduzca por el buen camino para no llevarse disgustos mil que le quitarán el sueño.
Todo para ganar el equivalente a un salario mínimo, porque la competencia está muy combativa.
Conclusión: los jóvenes españoles, en una inmensa mayoría, no están preparados para ese combate que deriva de la dura competencia día tras día. La salida propia para ellos está en colocarse por cuenta ajena, a ser posible en el sector público o en corporaciones privadas con fuerte arraigo en el país.
Pero ahí no termina a cosa. Nos queda como otra solución para esos jóvenes, dedicarlos a la política, que es lo que se lleva. Todos los partidos mantienen una sección donde los aludidos jóvenes empiezan por prestar pequeños servicios como meritorios (sin cobrar estipendio alguno) y pueden acabar en puestos de cabecera, bien remunerados. Al fin, el infeliz contribuyente, correrá con los inconvenientes de estos aprendices que, en España, pueden llegar a brujos. Ahí es donde se acaba la broma.
Resultado: todos prometen mucho para acabar con el paro, menos los empresarios que son lo que tienen la llave de la despensa. ¿Qué son unos traidores? Puede ser...
Pero ¿cómo queremos que la gente vaya a misa si ya no hay curas?
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