sábado, 29 de abril de 2017

PENSIONES EN LA CUERDA FLOJA

     Va en aumento el número de expertos  que mantienen - los números cantan- esta tesis: el sistema de pensiones español vive sobre una cuerda floja y terminará por llevar a la pobreza a la inmensa mayoría de los pensionados. Cuanto más se tarde en  dar con una solución, más  dura será la caída.
     El razonamiento lleva, como es lógico, a esta conclusión: o se cambia  el  sistema o se hunde el tinglado. Sin embargo,  hay quien piensa que esto  se arregla con la  disminución del paro, si además se retrasa la edad de jubilación de los pensionistas. Las cuentas siguen sin salir. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que  aumenta el número de pensionistas -cada año hay más, no se mueren- y los llamados a cotizar no pueden con la carga que se les viene encima. No pueden, ni van a poder...
      Así que, dado que los políticos pierden el tiempo - los unos dedicados al birle y los otros en jugar a  guardias y ladrones- aquí no queda otro remedio que el de recurrir a la iniciativa personal. Es decir que no basta con buscar un puesto de trabajo, sino que por principio hay que inventárselo. Y ésto, lo digo por experiencia propia y ajena, es doloroso, difícil y arriesgado, pero no imposible. Es la tarea que tuvieron que abordar los españoles al término de la guerra para ganarse no una pensión, sino el pan de cada día.
      Una vez resuelto la primera parte del problema, -ganarse la vida activa- que cuesta lo suyo, podrá cada uno pensar en sus ahorros -es decir pensar en su retiro-.
      ¿Qué se puede pedir a los políticos? Que disminuyan en número,  que cobren sus servicios,  no en salarios, dietas, viajes y regalos; que cobren por objetivos conseguidos,  previo informe técnico dictado por expertos que asesoren  a un tribunal de cuentas vigilado de cerca por inspectores policíacos.
       Esta fórmula, pondría al país en condiciones de crear puestos de trabajo si, además, el sistema tributario  no se empeñara en fornicar a los que más trabajan y ahorran. Aquí todo el que suda para ganarse el pan de cada día, las pasa  canutas y,  muy al contrario, están exentos el trafico de drogas  y otros menesteres dados al vicio,  la prostitución generalizada, el uso gratuito de calles y plazas para fiestas ruidosas, para excesos  que se dicen controlados y no lo están,  para procesiones religiosas que más parecen paganas, para un turismo de mal gusto que trae más daño que beneficios, etc. etc.
      Pero si usted quiere abrir una tiendecita, ¡prepárese! Caerán como buitres sobre su persona,   una la plaga de trámites con su impuesto anexo a pagar al instante. Al trabajo, de por sí ingrato, hay que añadirle el trallazo.
     ¡Y así no hay quien funcione!
     ¿O no?






   

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