miércoles, 5 de abril de 2017

ESPAÑA Y GIBRALTAR

     No creo equivocarme al sostener que un paraíso fiscal es, ni más ni menos, que un  territorio donde se hace posible que los dineros y otros documentos de valor aportados por forasteros, se guarden, se custodien, se reproduzcan y se multipliquen y queden exentos del pago todo tipo de tributos. Es  la forma injusta de  favorecer a  las grandes fortunas a costa de los económicamente más débiles.
     En resumen, los depositantes de estos valores y quienes controlan  el paraíso fiscal, aumentan sus riquezas en proporciones inauditas sin merecerlo, mientras los demás han de ganarse el pan con  el sudor de su frente. Estamos ante un trato de favor en perjuicio del contribuyente normal obligado a soportar la carga de la que huye su vecino afortunado. Gibraltar y Andorra, son dos ejemplos próximos,  por añadidura elocuentes. ¡Son dos minas de oro en las que España no toca pepita!
      Ahora, en Gibraltar,  bajo la amenaza  quedar desconectado de la UE, tienen un doble problema: el de mantener su soberanía incólume y el de no perder las ventajas de un paraíso fiscal; la colonia, un tanto dislocada (en su recto sentido), sería tolerable si no se hubiera implantado allí ese paraíso fiscal que perjudica socio-económicamente a los españoles en favor los "llanitos".
       Con este motivo se ha despertado todo el interés mediático que se detiene a considerar el futuro colonial de la Roca, su soberanía que, por las circunstancias evolutivas de los tiempos, podría ser soportable. Y si embargo, les preocupa mucho menos -o nada- que en Gibraltar  funcione sin trabas un paraíso fiscal, como si esta tolerancia no tuviera efectos negativos para una zona de por sí deprimida.
      No deja de ser curioso -a la par que ilustrativo y paradójico- que los  "llanitos" vivan lujosamente, gracias a un consentido paraíso, en tanto diez mil españoles han de cruzar la raya fronteriza para ganarse con sudores mal pagados el pan de cada día.
      Cuentan que un español pidió en un bar una cerveza y al ir a tomarla, se plantó: entre la espuma flotaba una mosca. Armó la bronca, extrajo al insecto con un palillo, se  bebió la "birra" y la pagó sin más contratiempos. Días más tarde, en el mismo bar, se repitió la escena con un inglés. Éste mostró la mosca al dueño del bar  y pidió otra cerveza con buenas modales. Pagó solo la última, pero se bebió las dos.
       Así juega España la baza de Gibraltar. Es previsible que nos dejen beber hasta la  mosca, para que todo siga igual.
       ¡Estamos ante el caso del optimista bien informado!  ¿O no?
 


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