Al fin todo concluye en morbosos comentarios en torno a lo sucedido, con la colaboración vocacional de sagaces exploradores de la noticia, atentos, no a que se devuelva lo sustraído por los autores de la rapiña, sino a ver si dejan un hueco en las bancadas del poder para que lo ocupen con presteza los que ya están a la cola.
Es una tarea con doble vertiente: una la de sanear el pudridero, que no deja de ser meritoria y otra la de poner en marcha una política que podría llamarse de buenas costumbres, con lo difícil que resulta no caer en el pecado cuando la tentación esta a la vista y la vigilancia se vuelve cómplice. Ocasionalmente pero cómplice.
Y todo ello sucede, a riesgo y ventura, después de que los titulares del poder - unos desde el ejercicio activo y otros en la oposición- hayan jurado o prometido lealtad y limpieza en el manejo de la confianza que el pueblo les otorga con la mejor buena fe.
Claro, es lógico que la desconfianza cobre cuerpo a la hora del relevo electoral.
¡La carne es débil!
Lo que no deja de asombrarnos es la negligencia de sus jefes y superiores en la escala jerárquica. Las tres llaves de los cajeros de seguridad, son más viejas que la pana.
¡Y no se enteran!
Es una tarea con doble vertiente: una la de sanear el pudridero, que no deja de ser meritoria y otra la de poner en marcha una política que podría llamarse de buenas costumbres, con lo difícil que resulta no caer en el pecado cuando la tentación esta a la vista y la vigilancia se vuelve cómplice. Ocasionalmente pero cómplice.
Y todo ello sucede, a riesgo y ventura, después de que los titulares del poder - unos desde el ejercicio activo y otros en la oposición- hayan jurado o prometido lealtad y limpieza en el manejo de la confianza que el pueblo les otorga con la mejor buena fe.
Claro, es lógico que la desconfianza cobre cuerpo a la hora del relevo electoral.
¡La carne es débil!
Lo que no deja de asombrarnos es la negligencia de sus jefes y superiores en la escala jerárquica. Las tres llaves de los cajeros de seguridad, son más viejas que la pana.
¡Y no se enteran!
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