miércoles, 26 de abril de 2017

UNA LECCIÓN DE HISTORIA

     El profesor de Historia que llegué a conocer a mis trece años, siempre dedicaba el último cuarto de hora de docencia a ponernos al día, tanto de los conflictos mundiales como  de sus protagonistas. No faltaban a la cita Alemania e Italia, entregadas al ataque desde sus posiciones totalitarias; ni la Gran Bretaña y Francia,  en el lado opuesto y a la defensiva; ni los EE.UU., ni el Japón, ni la URSS... Nos decía y afirmaba: se anuncia una guerra convencional; la ganará el mejor dotado, el que cuente con más medios de combate, más petróleo y más carne de cañón. En una lucha de guerrillas, está  por ver que sucedería...pero la que se anuncia es de masas.
     El tiempo le daría la razón. Pero -a lo que iba-:  quería contar que,  en una de esas clases, un compañero aburrido pidió la palabra.
     - Señor Profesor: usted nunca nos habla de España. ¿Se puede saber por qué?
     Se hizo un silencio cómplice. ¿Por qué?
      El profesor se separó de la mesa desde donde impartía historia con sentido crítico y caminó hacia el pupitre ocupado por  del alumno. Le dijo a media voz ...
      - No hablo de España, porque me da vergüenza...
      Y se calló; se hizo el silencio. También acertó. Eran los tiempos del "straperlo", cuando un pariente del presidente o jefe del Gobierno de España,  Alejandro Lerroux, se vio enredado en la concesión de sendas licencias para dos ruletas instaladas en dos casinos  que -según decían- estaban  totalmente prohibidas.
      Pero... El profesor hilaba muy fino. También  podría ser un aviso. España era un desastre. Estaba a punto de que sus amados hijos, los españoles, se liaran en una guerra civil que haría memoria  histórica.
      ¡Le daba vergüenza!






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