sábado, 8 de abril de 2017

UN CLIMA INESTABLE Y BELICOSO

     La lucha por el poder se complica allí donde se ventilan viejas historias y los vencidos se sienten fuertes. El caso de España es sintomático. El proceso dialogante empezó con  un acto de perfecta contrición.  Una mayoría inmensa de españoles  de amos bandos en lucha,  al cabo de cuarenta  años de miserias,  se sinceró: todos fuimos culpables, olvidemos el pasado; demos comienzo a una nueva vida a partir de una reconciliación sincera. A nadie le conviene volver a las andadas.
     Un servidor se despertó una mañana del veinte de julio de 1936, con sus trece años a cuestas,  con el toque de campanas a rebato en un pueblo rural alavés. Vivió así, con pleno conocimiento, los comienzos de lo que parecía un golpe militar de fácil desenlace y resultó ser una larga guerra entre paisanos. El  tiempo y las  crueldades con desenlaces no previstos, nos enseñó que la guerra era y es un disparate. Nunca una solución.
     ¿Volvió la paz con la democracia?
      Eso creíamos. Pero o no. Aún hoy se recuerdan las viejas historias,  se sirven  a diario con criterios belicosos las injusticias realizadas  por los unos con olvido de las responsabilidades de los otros. Y este proceder, más tarde o más temprano, tendrá su respuesta.
     Existe una izquierda centrada y una derecha del mismo signo  que han de evitar un proceso que puede admitirse como justo si se examina con templanza y equidad por personas equilibradas; pero no si se se mantiene bajo la tutela de pasiones políticas o con fines revanchistas.
     La última guerra civil española, no vino porque sí. Se fue calentando el ambiente durante décadas. El desenlace fue, tras el fracaso del diálogo, la lucha armada.  Por ahí se empieza y sigue luego con las miserias de la guerra y de la posguerra.
     ¡Nunca se sabe como termina!



     

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