martes, 18 de abril de 2017

LA ESPAÑA POBRE

         Las vacaciones de primavera en  España se hacen coincidir con la Semana Santa. Han sido días de jolgorio para un amplio sector de españoles. Nada tienen que ver sus traslados multitudinarios indicativos de abundancia,  con el índice de pobreza que las estadísticas atribuyen a una gran parte de nuestro pueblo.
         Si se nos juzgara por nuestras aficiones viajeras, por lo dado que somos a la contemplación ociosa y relajada del paisaje, a las complacencias gastronómicas,  al bla, bla, ruidoso y desenfrenado y al "dolce far niente", podría deducirse que somos un pueblo feliz. Pero... no.No echemos en olvido a  nuestros pobres.
          Según nos cuenta la estadística, una cuarta parte de la población española -por lo menos- está necesitada de auxilios y ayudas sociales para poder subsistir. Reconocer la necesidad,  no quiere decir que esté asistida.
          Se observa, al paso de los días, que las políticas aplicadas para mejorar los ingresos "per capita" de los españoles por la vía laboral, no son satisfactorias para esa capa de pobreza que nos rodea. Y esto tiene su respuesta. Las desigualdades exageradas tienden a convertirse en manifestaciones de muy diverso cuño en señal de.protesta.
           España está al borde de un cambio de dimensiones imprevistas. Asistimos a una doble representación: a una despreocupación alegre y  desbordada, por un lado, y no  tomamos  en cuenta la tristeza desolada y rebelde de las capas pobres que no se resignan, por otro.
            En momentos así, sobrenadando en la crisis, suelen crecer los nuevos profetas de la  política con  viejas  ideas de nuevo retocadas: los mismos  de siempre con distintos collares. Ahora se enfangan en la motejada "trama". No hay sinceridad; todo es teatro.
:          Y todo, hasta el contraste económico, tiene un límite. Cuando se pasa ese límite alguien ha de actuar, para prever y evitar un estallido generalizado.
            Tomen nota: Por primera vez,  están surgiendo grupos  de anómalos turistas que después de disfrutar del asueto, se marchan si pagar; o se detecta la aparición de bandas llegadas del exterior que montan un cirio en zonas turísticas; o donde se insulta y avasalla al despistado nativo;  o se detecta la aparición de grupos  gamberriles a quienes poco importa  forzar estampidas... En fin:  subyace, además, el miedo al atentado violento y vengativo.
            Sucede en  un país donde un cuarto de su población sufre y mal vive  en la miseria.
            Estamos hablando de unos quince millones de personas.  
            ¡No es justo!   Ni nos conviene olvidarlo.

         




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