jueves, 1 de diciembre de 2016

EL PAN DE CADA DÍA

     Hube de escribir un librito en el que recogía las inquietudes de mi ciudad siguiendo la evolución en el tiempo de dos fuerzas conductoras, de dos vectores: el hambre de pan y los medios utilizados para satisfacerla.
     El hecho de subir el precio del pan en diez céntimos de peseta por una pieza de  kilo, podía dar ocasión a protestas callejeras multitudinarias. En en las últimas décadas del siglo XIX,  en zonas pobladas por familias obreras, los políticos se tentaban la ropa cuando las cosechas de trigo venían mermadas: esto suponía escasez y -consecuentemente- el alza de precios. Y con ello el  conflicto.
    Me tocó en plena juventud vivir la posguerra española: tener asegurado el pan era un lujo. Las panificadoras estaban controladas y una inventada "Comisaría de Abastecimientos y Transportes" llevaba el control de las harinas entregadas para elaborar el pan y de los kilos producidos. ¡Una desdicha! Te vendían el pan contra el cupón de racionamiento.
    La falta de alimentos suele venir acompañada de pobreza y la caída del nivel de vida generalizada produce una desmoralización social aplastante. Es curioso: la gente se resigna cuando más padece. Entre los años  cuarenta y cincuenta, en España, el descontento afectaba al noventa por ciento de la población,  pero  no se movía una mosca. Y no era solo por la dictadura. Las cosas empezaron a cambiar -con el mismo régimen-  mediado el siglo, a medida que llegábamos a los sesenta y volvíamos a la normalidad.
    Viene esto a cuento de lo que está sucediendo en Cuba. Las dictaduras suelen digerirse mejor cuando los pueblos sufren; las dificultades surgen  cuando se vislumbra una deseable prosperidad. Entonces aparece una pléyade de políticos que siempre, siempre, predican lo mismo: el cambio hacia un estado del bienestar.¡Mentira! La prosperidad llega con el ingenio y esfuerzo personal, hasta para los "chorizos".
    No es pesimismo. Yo también les voto, a sabiendas de que  sus promesas son  falsas. Es que me pillan muy viejo y sé que los niños no vienen de París.
    ¡Vienen de parir y esto es doloroso!
   





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