Eso escribía el líder y fundador del primer partido nacionalista vasco; inicialmente pedía solo la independencia de Vizcaya, si bien no dudó, poco más tarde, en incluir en esos anhelos a todos los territorios vascos de jurisdicción española o francesa.
Sólo voy a constatar dos hechos: los seguidores sabinianos, en nuestros días, han dejado la tradición religiosa en casa para asumir un principio liberal que, formulado familiarmente, viene a significar: la fe teológica de cada uno es asunto privado y no necesariamente político y menos público. Esto aparte, dichos sabinianos tienen, además, admitido que la tradición política de sus antepasados es venerable y, al mismo tiempo, palanca para lograr el poder. Aunque no se use, la tradición, ha sido debidamente amoldada y adaptada a la convivencia bajo principios liberales, como son el voto universal, la vigencia de los tres poderes o el lema de libertad, igualdad, fraternidad, con su sindicalismo decimonónico anejo que de ellos deriva. ¡De tradición, nada!
El fuerismo -que nunca fue exclusivamente vasco- quedó fulminado por los liberales bajo el pretexto de que era base y fundamento de privilegios injustos; algo aplicable hoy en día a socialismos, marxismos y otras doctrinas políticas que sirven para alcanzar el poder que, ya en sí, es un privilegio.
Para defender y conservar ese poder-privilegio, cada maestrillo tiene su librillo, a sabiendas de que el tal poder corrompe a los que lo detentan.
Me van a decir que los nacionalistas -de todo tipo, pueblo o país- mueven masas, donde abundan la generosidad, el desinterés y el patriotismo. Es cierto. Son la base necesaria para justificar el privilegio. ¡Pasa en las mejores familias! Pero a veces, son también el cimiento de la corrupción y el salvajismo, cualquiera que sea el calificativo del nacionalismo en marcha; y también se justifican y suelen confundirse con el patriotismo. Es su punto fuerte, pero incierto... si les falla el punto de apoyo
todo puede suceder.
¡Cosas veredes!
Para defender y conservar ese poder-privilegio, cada maestrillo tiene su librillo, a sabiendas de que el tal poder corrompe a los que lo detentan.
Me van a decir que los nacionalistas -de todo tipo, pueblo o país- mueven masas, donde abundan la generosidad, el desinterés y el patriotismo. Es cierto. Son la base necesaria para justificar el privilegio. ¡Pasa en las mejores familias! Pero a veces, son también el cimiento de la corrupción y el salvajismo, cualquiera que sea el calificativo del nacionalismo en marcha; y también se justifican y suelen confundirse con el patriotismo. Es su punto fuerte, pero incierto... si les falla el punto de apoyo
todo puede suceder.
¡Cosas veredes!
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