jueves, 15 de diciembre de 2016

TRABAJO PARA TODA LA VIDA

     Es tal la desconfianza generalizada entre los que buscan trabajo, que nadie lo duda: entre la demanda de funcionarios públicos o la de empleados del sector privado, la primera moviliza a millones de personas. ¿Por qué? Porque calculan que este puesto de trabajo es duradero; no hay despidos: es para toda una vida. Y seamos sinceros: cuando la estabilidad está asegurada y en el esfuerzo no hay engaño, reconózcase, ¡es un chollo!
     Muchas de las promesas políticas, empiezan así: Vótenos y le daremos un puesto de trabajo.Y muchos desocupados se apuntan, no sólo para votarles, sino pata buscarles votos. Así empezaron muchos  que hoy viven de la nómina oficial y solo de eso.
     Pero otra de las promesas se cifra en reducir los gastos superfluos de las instituciones oficiales. Entre  entre estos gastos están, en parte, las recargadas nóminas funcionariales. Hay que aligerar esa carga;  es lo prometido.
     Y  sin embargo, lo primero que suelen hacer los partidos políticos, tan pronto tocan poder,  es colocar a sus leales servidores en los puestos públicos de confianza, de los que se sienten  amos desde el primer día. Con esta forma de proceder, al paso de los años, a medida que entran nuevos líderes a ejercer tareas de gobierno, se aumenta la nómina, hasta el punto -yo, lo he visto-de anticipar jubilaciones para dar facilidades de ingreso  a los camaradas de su particular lista de espera.
     Por medio de este sistema,  aumenta la nómina de empleados públicos, crece la presión tributaria, se agotan las reservas económicas, surgen los problemas y  hay que achicar dinero por donde mas duele: es decir a costa de los más débiles.
     Apañárselas en esas circunstancias nunca será  hacedero si, además, a los gobernantes les entra la fiebre de invertir en fantasías colosales y por añadidura inútiles.
     Pues bien, ante ese panorama, cunde el pesimismo. No hay inversores, salvo si surgen proyectos especulativos o pueden refugiarse en paraísos fiscales, o se dedican al contrabando. Por ese camino se llega a la trampa de la que no escapan buen número de políticos, por muy moralizantes que sean sus prédicas.
     Mucho han de cambiar las cosas. Se habla demasiado; se hace poco;  algunos tienen la llave de la  prosperidad, pero ésta no aparece para la mayoría.
     Y la gente, ¡que remedio!, se apunta al populismo, sin advertir aquello: son los mismos perros con distintos collares.
   


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