viernes, 16 de diciembre de 2016

EL GOBIERNO Y SUS CIRCUNSTANCIAS.

      Estoy entre los partidarios del diálogo, del entendimiento, de la paz, sobre todo si van "en aumento de la justicia", según muestra la leyenda del escudo foral alavés. Pero una cosa es dialogar aprovechando las circunstancias y otra muy distinta hacerlo obligado por las circunstancias.    
      Proclamado lo anterior, lo demás se veía venir.
      El PNV -desde el Gobierno autonómico vasco- tuvo contra la pared, durante décadas,  a todo aquello que sonara a derecha o centro derecha de signo español. Esta semana  ha cambiado de rumbo, pese a los reparos que vino exhibiendo meses atrás. Ayer votó en las Cortes a favor del PP para aprobar el que llaman "techo del gasto", clave  para futuros desarrollos presupuestarios.
      Este tipo de entendimientos ya  funcionó antes con Suárez al frente del Gobierno central y, luego, con Aznar en el poder. Y sucederá cuando convenga a los intereses de Euskadi, contemplados desde un punto de mira soberanista
     Bien; está muy bien. No nos cansemos de insistir:  La democracia es diálogo, es raciocinio, es tolerancia,  (dos no riñen si uno no quiere), es paz. Pero... ¿cuánto cuesta  comprender que no es lo mismo aprovecharse de las circunstancias, que verse forzado a pedir árnica por tener las circunstancias en contra?
     Este juego no tiene nada de maquiavélico.  Urkullu, el lehendakari, lo anunció a tiempo con estas o parecidas  palabras: "si quieren nuestro voto tendrán que pagar un precio".  En política, suele ser normal. Pero ¿quién carga con la peor parte, el que se aprovecha o el obligado? ¿cuánto nos costarán estos amores?
    ¡Claro que sí! En política todo se explica y cuando se oculta el precio, por algo será. Aunque al fin todo se sabe y las consecuencias de las negociaciones silenciadas siempre terminan por aparecer en escena; no pasa nada. Solo que los afectados empiezan a sentir  desmemoria,  despego, alejamiento en  perjuicio de afectos patrióticos que son ideológicos, pero también sentimentales.
   ¡Claro que sí! Si los políticos españoles de tronío, desde un partido de ámbito nacional,  inciden en aumentar la soberanía de un gobierno autonómico,  ¿qué gana un mísero votante con oponerse a esta corriente cada día más intensa y favorable a los nacionalismos periféricos? He aquí la razón que explica por qué los partidos de ámbito nacional, tanto en el País Vasco como en Cataluña pierden votos a presión y por un tubo.
     ¡A lo mejor soy yo el equivocado! Pero les diré: los nacionalistas vascos tienen un programa soberanista. En favor de ese programa aprovechan las circunstancias favorables. Sus adversarios, por lo que parece, carecen de programa para defender lo suyo. Pactan a la buena de Dios.
    ¡Ahí está la diferencia!








       

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