jueves, 17 de noviembre de 2016

¿POR QUÉ SE ROMPEN LAS NACIONES?

     ¿Se rompen porque  sus habitantes hablan distintos  idiomas?. No. Ahí está Suiza que demuestra todo  lo contrario. ¿Se rompen porque unos territorios son ricos y otros pobres? Ahí están los EE.UU con toda su  diversidad continental, crematística y étnica,  donde no se conocen intentos serios de separatismos promovidos por nativos de alguno de sus Estados. ¿Se rompen por las diferencias clasistas existentes entre los pobladores de un territorio? Tampoco. La lucha de clases se quiso internacionalizar desde el marxismo para que los parias de cada país se sintieran hermanados, pese a residir en distintas naciones, y no víctimas sujetas a llamadas patrióticas en casos de guerra. Respondieron unitariamente en favor de sus respectivos pueblos.
      En la Wikipedia se recoge: "Las razones para la separación pueden ser regionales, étnicas, lingüísticas, culturales, religiosas, económicas, políticas o la combinación de algunas de estas". 
      Es decir que las razones, por su diversidad, se pueden exponer  a capricho, pero, al parecer,  lo que más une a los separatistas es la creencia de que la independencia soberana de su país ofrece  amplias posibilidades a las personas para vivir mejor. "España nos roba",  es artículo de fe admitido por una mayoría de separatistas catalanes.
      Sin embargo, y  sin negar las  concausas, un país sensible a las crisis secesionistas es aquel que -por las razones que fueren- está en decadencia; no es decadente la facción  que se quiere separar, sino la que inspira la deserción.
      ¿Qué es doloroso reconocer esta realidad? ¡Claro que sí! Pero no nos engañemos. Los políticos mediocres suelen buscar soluciones provisionales para problemas graves y hasta llegan a encontrarlas. En España, en 1978, el Título VIII constitucional, resultó ser una especie de maquillaje. No obstante, ha resistido cerca de cuarenta años. Pero está en quiebra.
      Hay que volver a empezar y partir de ese hecho: si el Poder central sigue una línea decadente, ¡mal asunto! cualquiera que sea el gobierno de turno.






      

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