sábado, 5 de noviembre de 2016

HIPOCRESÍA DEMOCRÁTICA

    Nuestra querida España (Vasconia peninsular y Cataluña incluídas) cuentan entre sus habitantes con un inconmensurable número de hipócritas que se las dan de demócratas.
    Esta tendencia está escrita  en la etiqueta racial ibérica desde tiempòs prehistóricos, ya que nuestros antepasados,  para sobrevivir  en esta de por sí agreste Península, tuvieron que mimetizarse: aparentar la imagen y asumir la semejanza al uso, según la tendencia político-religiosa dominante en cada período histórico. Y llegaron a perfeccionar la impostura en tal forma que consiguieron colar el engaño ante la poderosa Santa Inquisición. España: se llenó de católicos judaizantes.
     Ustedes habrán visto como, la mayoría de la superioridad jerárquica   de PODEMOS, se plegaba a los argumentos de rigor para disculpar a  uno de sus caciques, sorprendido hasta pillarle con el carrito de los helados. ¡Todos a una como serafines cantando la palinodia!
     Pero esto son menudencias, al lado  de lo que  ocurre con los conversos  nacionalistas periféricos. Apellidarse Gómez Redondo  -como el protagonista de una novelucha que escribí en cuatro tardes- y sentirse con ganas de ser nacionalista vasco en Euskadi, era un problema;  porque además, el susodicho no tenía repajolera idea del idioma autóctono: el euskara. "No te preocupes", le dijo un amigo: "Hazte llamar Andoni y ya está. Con esa fórmula, ya eres reconocido como nacionalista vasco". Le dió vergüenza; sigue llamándose Antonio; pero es un malquisto maketo. Y esto tiene su importancia si quieres ser alguien entre nativos.
     No les extrañe que Aitor reafirme lleno de valor en el templo de la soberanía española que "Euskadi es una nación".
     No es para menos.





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