martes, 8 de noviembre de 2016

CONTRA LA MIGRACIÓN, MURALLAS

     Era la segunda vez: las circunstancias de la vida me alejaban de mi familia, de mis amigos, de mis rutinas ambientales. Salí de  Vitoria, con  veinte años, para vivir por mi cuenta en Pontevedra, con un empleo auxiliar que justo daba para mi manutención en una posada de ínfima categoría. Sin salir de mi patria, aprendí a conocer las desdichas de un emigrante en versión edulcorada. La guerra civil, fue la causa indirecta de mi desgracia. Edulcorada, pero desgracia al fin.
     Luego mi vida mejoró, pero nunca olvidé las horas de soledad  del que se ve pobre, con vergüenza por serlo a la fuerza y además hambriento de todo: también de justicia.
     Ahora, en las postrimerías de mi vida, me encuentro con la majadería de un  aspirante, nada menos que a la presidencia de los EE.UU., que promete -para conseguir votos- levantar una gran muralla en la frontera con México para evitar toda suerte de migraciones.
     No hay peor político que el portador de pobreza para los pobres, bajo la promesa  de todo,lo contrario: dar más riqueza a los ricos.
     Para disminuir las migraciones sólo hay un camino: llenar de escuelas y llenar las escuelas de los países deprimidos. Todo tiene un coste y todo requiere un tiempo. Pero vayamos a cuentas: es la inversión más rentable de todas las que ofrecen los políticos al uso. Y la que menos tiempo llevaría.
Desgraciadamente, los políticos no llegan a un acuerdo.
     ¡Al fin terminan poniendo  puertas al campo!




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