miércoles, 9 de noviembre de 2016

EL PRESTIGIO DE LOS POLÍTICOS

     Para juzgar la valía de una persona llamada a ejercer una tarea difícil - curar a un  enfermo, levantar un puente, juzgar a un presunto culpable, etc. - los invitados para opinar suelen tentarse hasta el forro de sus entretelas. Para juzgar a un político vale cualquiera:  el primer mindundi que uno encuentre al volver la esquina.
     Los abueletes que se vieron en vida sometidos a tratar a  terceros por razones profesionales, para resolver compromisos delicados, se resisten a opinar sobre casos concretos: A quién confiarle un secreto, o tomarlo por testigo de una decisión delicada,  o pedirle un préstamo o cosas parecidas.
Es muy difícil acertar...
     Sin embargo,  cuando se trata de juzgar a un  político hasta el más  tonto de la clase le pone nota. Por supuesto, sus adversarios, incluso los peor preparados, siempre están dispuestos a poner en ridículo y a crucificar a sus rivales. Y lo hacen en demérito  propio: ¡Nada menos  meritorio que derrotar a un lelo!
     Confieso que pequé de osado al decir que Pedro Sánchez, ex-secretario general del PSOE, era  un político inmaduro.   Solo lo intuía, más por mis experiencias de vejestorio que por sapiencia ilustrada. Se delató Pedro Sánchez en varias ocasiones, que no hace al caso evocarlas, sin importarle la trascendencia de sus actos . Pero, curiosamente, las encuestas lo colocan -según el juicio de terceros consultados- muy por encima de Mariano Rajoy, cuando éste lo barría  con sus silencios.
     Algo están haciendo mal los expertos encuestadores.  Parece cómo si pusieran mala nota, a propósito, a los llamados a ganar las elecciones. Ejemplo: las elecciones de USA
      ¡Blanco y en botella o en cartón laminado!










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