Esa antigualla de los fueros vascos - derechos históricos, según la Constitución vigente, de los territorios forales - vienen a probar que en España, como en todo país que se precie, no existe la igualdad de partida. Con fueros o sin ellos, Soria nunca fue igual a Pontevedra, ni Teruel a Cádiz y así, de casa en casa, podríamos constatar las diferencias. La fórmula del "café para todos" era y sigue siendo inviable.
Nací en un pueblo de Valdegovía, valle que tuvo su importancia desde los primeros años de la luego llamada Reconquista. Era zona fronteriza y peligrosa frecuentada por las aceifas musulmanas. Las aldeas se fueron repoblando por gentes libres, partícipes en el uso y disfrute de tierras comunales, de aguas, de ganado y otros bienes, al margen del señorío ejercido, en algunas demarcaciones, por la nobleza que se dejaba atender por pecheros sometidos a disciplinas feudales. Basta consultar el contenido del Cartulario de Valpuesta para comprobar estos hechos.
El fuero originario nació de los buenos usos y costumbres de estos pueblos, al amparo de una realidad belicosa; sistema que perduró, con cambios y evoluciones, hasta siglo XIX. Al final, se desmoronó el Antiguo Régimen y con él casi todo el aparato foral. Pero Álava seguía siendo una provincia distinta, no menos que cualquiera otra demarcación española.
Ahí está el problema: todas esos territorios son distintos y los políticos -casi todos- quieren que todas sean iguales. Y eso, es imposible.
Lo que si es posible es que siendo distintos, entre todos pueden aspirar a ser solidarios. Lo cual no significa "toma y diviértete", sino vamos a cuentas, veamos las posibilidades de cada territorio y luego decidiremos.
Por ese camino se llega a una solidaridad seria y sentida, siempre que la propuesta sea racional, honesta y comprometida. Y se proceda por orden: primero a rendir cuentas, con rigor franciscano. Cuentas que abarquen tiempos pasados... Que los españoles, todos, sepan qué pasó y cómo pasó. Y cuánto nos costó la broma de llegar hasta nuestros días.
Puesto todo en orden, aprobadas las cuentas, debidamente informado el pueblo español (incluidos catalanes y vascos), no hay porque tener miedo a un refrendo popular. Estoy seguro de que darían por trasnochados los nacionalismos vigentes.
¡Llevaría un tiempo! Pero las cosas bien hechas se lo merecen.
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