martes, 19 de abril de 2016

UN MODO DE POLITIQUEAR


     La política -en términos generales- induce a la cortesía, a los buenos modales, a defender la verdad, a mantenerse en la línea  de lo razonable, a ir por la vida con el mejor deseo de aunar voluntades en beneficio de todos o por lo menos de una mayoría.
     Puede sostenerse que no hay política que valga si paralelamente no  funcionan las corrientes críticas. Sí; así es: Pero la crítica no pierde eficacia -al contrario, la gana- si se hace con serenidad, se basa  en testimonios y documentos veraces y se sirve con buenos modales. Esto es lo que pide la democracia.
      ¿Y qué hacen una mayoría de españoles cuando se olvidan de la política como arte y la convierten en  profesión? Sencillamente la pringan a palo seco.
      En España, todo ejercicio presidido por la moderación del gesto y de la palabra parece -a juzgar por los hechos- ineficaz e inútil; pierde valor toda argumentación bien hilvanada, si además se sirve con templanza y tino; hay que sazonarla con el insulto directo y personal. Aquí le han tildado con reiteración de indecente al Presidente del Gobierno y le han hecho comerse la cal viva a otro que, cuando ejercìa este cargo, tuvo que enfrentarse a un terrorismo devastador e implacable.
      En este período de crisis institucional que está viviendo nuestro País, se  ha llegado al insulto personal en público sin que nadie haya llamado al orden al autor de la invectiva . Si a eso le llaman algunos libertad de expresión, están equivocados: no puede confundirse o servir de pretexto la libertad de expresión, para injuriar u ofender a nadie y menos a un interlocutor político.
     Si se matizara el derecho de inviolabilidad, según el cual los parlamentarios no pueden ser detenidos  por las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones,  podrían corregirse ciertos excesos oratorios; pero tal y como funciona en España esta liberalidad -ya lo estamos viendo- la prosa insultante y bronca puede ir en aumento.
     Al final  el ejercicio de la política terminará por ser en España  una profesiòn ruin y deleznable.







   

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