viernes, 22 de abril de 2016

EL ARTE DE LA CLARIDAD.

          Proclamada la II Repùblica, a mi mejor amigo le tocó por edad hacer el exámen de ingreso previo que, una vez superado, le permitìría cursar los estudios de bachiller. Superada la prueba sus padres decidieron que ingresara como interno en un colegio de frailes. Decían  que era muy bueno y por añadidura caro. Me consta que mi amigo se desilusionó cuando recibió un llamado "informe caracterológico" a él referido, en el que sentenciaban que como alumno era "de comprensión algo lenta".
          Conminado a defenderse sobre esta sentencia ante sus padres, mi amigo respondió cabreado: "son ellos los que explican mal y ellos los obligados a darse a entender; para eso se les paga". Los padres, en unos tiempos revueltos  y obsesionados por darle a su hijo una buena formación cristiana, no lo entendieron así. Vino la guerra y a la enseñanza llegó el relajo, y casi todos los de aquella generación tuvieron que aprender,  ya de mayores,  a vencer su ignorancia. Nadie pidió cuentas a los frailes.
          El hecho es que mi amigo  nunca pudo sacudirse y quitarse de encima la  sentencia frailuna y, para evitarla,  se  especializó  en la tarea de explicarse bien, en corto, con claridad y ordenadamente: se hizo maestro.
          Todo este largo preludio, a punto como estamos de ser martilleados por la  propaganda electoral, me lleva a concluir lo mal que se expresa y a qué  precio ese partido moderado de la derecha española  conocido por PP.
           Parecen ignorar que para hacerse entender hay que servirse de una prosa de frase corta,  clara, expresiva  y reiterada, con este valor añadido: han de mover sinceramente el corazón de las gentes y prometer abundancias a la cartera del votante que, según está demostrado, es un órgano muy sensible del ser humano.
           Verán ustedes cómo sucede todo lo contrario: nos endilgarán un programa largo, erudito que muy pocos se pararán  a leer y  quienes lo hagan serán, probablemente,  del  bando contrario.
            ¡Va un café!

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