viernes, 29 de abril de 2016

EL PARO COMO PROBLEMA

     Quiero ponerme en el pellejo de un empresario, de sesenta y siete años, que daba colocación a una treintena de trabajadores; pudo vencer los aprietos de una angina de pecho pero el médico le aconsejó: es un aviso indicativo de  que para usted ha llegado la hora de jubilarse. Esto suponìa el cierre de su modesto negocio que -pese a todo-  iba bien y la despedida de los trabajadores, en edad muy propicia para seguir en nómina.
     El patrono les ofreció la posibilidad de continuar con la empresa a sus empleados a cambio de un alquiler muy asumible, pero no hubo acuerdo; los afectados no se entendieron entre sí  y, en un alarde sinceridad, uno de ellos entre los mejor dotados, confesò: "No es posible ir adelante; no hay entre nosotros (los currantes) ni uno solo dotado y capaz de hacer de esta empresa un negocio rentable; no se fían de la mutua cooperación  para hacerla subsistir".
     Y la empresa se cerró. ¡Todos al paro!
     Este ejemplo u otros parecidos se repiten hasta la saciedad y, no se sabe por qué, así como en los años sesenta del pasado siglo un plan de desarrollo despertó a los españoles de su letargo y el país evolucionó y alentó los deseos empresariales de una mayoría de trabajadores, ahora no sucede tal cosa y no hay visos de que pueda pasar algo semejante.
     No hay confianza; los empresarios en potencia no se fían de los políticos; estamos creando una sociedad más bien dispuesta a vivir de  los subsidios.
     Este es el "cambio" que nos espera. Podemos tomar el rumbo de los paraísos populistas, aún perteneciendo a  la Unión Europea; es decir que podemos retroceder.
     Muchos ya lo saben. No convencidos por lo que ven venir, prefieren no arriesgarse dentro de España. El dinero es cauteloso. Por eso huye o,  cuando no acierta  en la fuga, se esconde.
     El desenlace se concretará  en los comienzos del verano entrante después de las próximas elecciones.
   

No hay comentarios:

Publicar un comentario