Cuando éramos jóvenes, España, tras una guerra civil ventilada sin piedad, sufrió una transformación que nadie se la esperaba: de tener algo mal repartido, pasamos a tener mucho menos y además de difícil reparto.
Era inútil insistir en que hubo "cambio", todos lo vimos, pero no como remedio; porque estaba claro que los españoles, por el fracaso de los políticos, empezamos por poner todo patas arriba y terminamos por dejar el solar lleno de escombros y de muertos. Nos enteramos, al fin, de que ni los insultos ni los garrotazos, ni otras lindezas por el estilo, sirven para levantar a un pueblo.
Las guerras, son como son, dejan ruina, muchos fracasos por digerir y demasiados vindicadores hambrientos. ¡Mal asunto!
No lo duden: el "cambio" supone sustituir lo que tenemos por otra cosa, que puede ser mejor o peor, y casi siempre defrauda. Por eso es preferible la "evolución" que es pasar de un situación a otra, pero esta última más desarrollada. Vean cómo ninguno de nuestros políticos nos prometen un país mas evolucionado, es decir más productivo, más limpio y creativo, más moderno.
Unos políticos que se insultan y no se entienden, suelen ser, por lo general, unos osados y atrevidos ignorantes que bajo los pretextos del cambio, pueden llevarnos por el camino de la amargura a las más grandes catástrofes.
Créanme: los políticos no se han entendido y han dado pruebas de una terquedad de mula maleada. Ese es el recuerdo que nos van a dejar, de no ser que nos preparen algo peor.
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