martes, 13 de enero de 2015

UNA REFLEXIÓN NECESARIA.

      El problema es tan viejo como el desahucio que sufrieron nuestros primeros padres al ser arrojados fuera   del paraíso terrenal. Tan pronto como se vieron en la calle, Adán y Eva sólo pensaron en construirse un hogar, un pequeño paraíso donde no pasar frío ni calor.
      Era lógico que la pareja  se sintiera incómoda tan pronto  aparecía por el horizonte alguien  con el que compartir un cierto grado de confort. Y como él, el forastero tampoco se explica que se le vea como un enemigo.
      Surge así  la incomprensión mutua  y con ella la  rivalidad, con la rivalidad el miedo,  con el miedo el deseo de arrojar fuera de la jurisdicción al inesperado vecino. Empezaron  por no entenderse y terminaron por constituir dos colectividades. En el caso nuestro, en la España., como en otras naciones europeas,  han surgido algunos enfrentamientos entre los heredo cristianos  y los heredo islámicos.
     La lucha por la vida, en épocas difíciles, conducía a  pelear  con el prójimo, por pura necesidad. Todo porque ese prójimo te disputaba la comida, la bebida y el cobijo. O sea que visto el pasado, puede decirse que las incomprensiones y roces de nuestros coetáneos tienen la misma raíz. Los mejor situados luchan por mantener su "status" social, antes de que alguien llegado de fuera termine por arruinarle su comodidad,
    En suma, hasta que el forastero no se integra en el grupo mayoritario, se sentirá, diferente, infravalorado e incómodo. Y salvo excepciones, se sentirá excluido, discriminado y, como todo grupo marginal, creerá que los demás lo esquilman, es decir que lo explotan hasta el agotamiento aunque no suceda así.
   Dada esta situación, vayan ustedes a templar gaitas entre colectividades separadas y sabrán lo que es bueno. Los Estados Unidos de Norte América, pese a tantos y tantos redentores, de donde salieron  algunos mártires, llevan siglos queriendo borrar distancias y, cuando menos lo piensan, surgen las diferencias.
    Solo quería constatar que  la Europa de nuestros días tiene ya el problema dentro de casa.  ¿Que hay que hacer? Por lo menos abrir una reflexión  sobre los europeos y su circunstancia, que diría el  filósofo español por antonomasia. A ser posible una reflexión constructiva.

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