martes, 27 de enero de 2015

EL POLIÍTICO Y EL PODER

    El político vive, respira y lucha por alcanzar el poder. En teoría cualquier medio es bueno si conduce al  logro de ese  poder o a conservar el  ya logrado.
   Se llega al poder de muchas formas. Las guerras, constituyeron  y constituyen una forma segura de que el vencedor ocupe y se  mantenga en el sitial del poder. Las guerras resultan muy sangrientas porque gana quien más mata, ¡ay de los vencidos! Las guerras empobrecen, sobre todo al que las pierde Pues a pesar de todo las guerras siguen funcionando y digan lo que digan, el que más y mejor esté preparado para la guerra  y tenga menos escrúpulos es el que vence y manda.
    A veces, hasta los luchadores  natos, se dan cuenta de que la guerra empobrece a los pueblos, y ejercer el poder en un país lleno de pordioseros no tiene aliciente ni produce grandes satisfacciones. En ese momento,  los guerreros césares se sienten iluminados y aspiran a que sus "súbditos" (los pobres casi siempre son súbditos,  cuando no esclavos) sean redimidos por los mismos que los condujeron a la pobreza. Es el caso de Cuba.
   Entonces, primer mandamiento, entra en juego la política. Es una guerra sin desenfundar. Para ganar se han que utilizar todos los medios de convicción.´ Los medios más utilizados,  las armas del político, son la oratoria y la escritura, la soflama y el pasquín, el dominio de las ondas y de las imprentas y paramentos para fijar carteles.
   En suma, se trata de difundir que si hay pobres y sufrimos miserias, es  por culpa y causa de los otros, de los adversarios, sobre todo cuando mandan. Se trata de elegir nuevos políticos  que, con otras maneras, digan las mismas mentiras. Es lo que esta pasando en Grecia.
   ¿Acaso los aspirantes presentan avales de buena conducta y garantías de que van a cumplir lo prometido? ¿Acaso han dado ejemplo de estar donde están en loor de santidad? No, nada de eso. Por tanto, es probable que mucha gente escarmentada se abstenga  a la hora de votar. Tremendo error; luego pasa lo que sucede. Así tenemos docenas de  países que llevan decenas de años votando promesas y novedades a los insolventes  y todo sigue igual o peor. Por rachas, es el caso de España. A las gentes, les cautivan por estar afectadas por el síndrome del cambio.
    ¡Aquella sabia mujer de los Ancares, pobre y  envejecida pero clarividente! Requerida  por un periodista tesonero que  preguntaba ¿a quién va a votar?, no lo dudó: "Sé a quién no voy a votar: a los recién llegados. Mal asunto tener que empezar de cero para terminar como todos. Los que ya están nos salen más baratos".
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