martes, 6 de enero de 2015

CUANDO BAJABA LA PESETA

     En los años 1933-34 del pasado siglo, los periódicos machacaban a los lectores con el anuncio diario de una nueva bajada de la  peseta. Con mis diez-once años no entendía el contenido sustancial de esta noticia y tuve que recurrir al padre: "¿A dónde baja la peseta?". "Bajar, bajar no baja a ningún sitio; baja de valor; es decir, se encarece la vida. Por ejemplo, mandar una carta por correo costaba veinticinco céntimos de peseta y desde que ha bajado el valor de la peseta,  nos cuesta treinta". "¿Y por qué baja?" "Es casi seguro que obedece a varias causas que influyen en las cotizaciones. No sabría explicártelo. Se me ocurre que España es un país de tercera con poca fuerza en los mercados. Está a las órdenes de quienes de verdad controlan el poder".
     Vino la guerra;  al llegar la paz,  el valor de la peseta se fue a ordeñar orugas y la inflación nos desbordó. Con todos los mercados nacionales intervenidos, los españoles conocimos dos fenómenos: la escasez convertida en hambruna y la picaresca dignificada bajo la bandera del estraperlo. Nos moríamos de hambre y si no fuera por los estraperlistas sólo quedaba la  solución de buscar la comida debajo de las piedras.
    Pero ahí no se quedó la cosa. Entre  los nuevos organismos oficiales españoles,  uno de ellos decidió que un dolar valía seis pesetas (más o menos). A ese precio te, los pagaban cuando los vendías. Pero si necesitabas dolares, bien los comprabas por treinta pesetas la unidad o te mandaban a casa a verlas venir. Esa subida de la moneda fuerte respecto a la débil  era la consecuencia de un fenómeno que empezó a llamársele  "inflación" hasta por los menos entendidos en materias económicas.    Naturalmente, los artículos alimenticios que por su escasez generaban mayor demanda, subieron de precio de forma escandalosa. Ya no servía el ejemplo del sello de correos:  ahora, un kilo de patatas que costaba  unos treinta céntimos, pasó a valer dos pesetas. "Los salarios subían por la escalera -se decía en aquellos tiempos- y los precios por el ascensor".
    Todo esto viene a cuento de que unos jóvenes visionarios, que se sienten muy modernos, quieren el rescate de las soberanía de España en materia hacendística,  hoy en manos de las autoridades de la UE. ¿Para  qué?
    Sencillamente: para manejar la maquinilla de hacer billetes y mantener la ilusión de que el progreso económico y social  está relacionado con el aumento del consumo. ¿Y quién garantiza ese consumo si la moneda pierde valor y los artículos  se encarecen y solo pueden adquirirlos unos pocos?
   ¡Se llaman modernos y se tienen por avanzados progresistas! Es lo que pasa en Cuba.

 

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