lunes, 5 de enero de 2015

¿POR QUÉ SE IRRITAN?

     Parece ser que los sentimientos de las gentes -sin llegar al paroxismo- han sido ligeramente optimistas durante estas Navidades. Algunos  ven  ya  la lucecita lejana que anuncia el final del túnel.
Pues bien, no se sabe por qué esta esperanza, remota y aún problemática, no se quiere reconocer por algunos de los llamados expertos socio políticos; pero además, les molesta, les irrita la aparición de estos síntomas que tan sólo indican que no se ha de bajar la guardia durante una convalecencia larga, exenta de abusos, sacrificada y atenta a cuidadas disciplinas.
     Los contradictores de la austeridad (austericidio en su idioma) tratan de solucionar la cosa con un aumento del gasto público para atender las privaciones de los más necesitados. Lo cual supone un aumento de la deuda pública por encima de unos límites. Pasados esos límites el deudor puede ser declarado insolvente  y en ese mismo instante nadie se aventura a concertar con él nuevos préstamos. Se cierra el grifo. Es así de sencillo. Mejor que la deuda, es crear reservas; pero de tal idea no se da ni una pequeña noticia
     Los vendedores  de longanizas que suavicen las ataduras del personal, no lo ven así y prometen días de alegría, felicidad y consumo hasta el hartazgo,  a ese enfermo que sin una controlada medicación no tiene porvenir alguno.
     ¿Quieren  decir las buenas noticias que todo ha de seguir igual y podemos volver al botellón y a un  fin de fiesta alegre y confiado? Pues no.
     La gran promesa de los partidos sujetos al sentido común, consiste en dotar de credibilidad a su propósito de cumplir y hacer cumplir la ley. Para empezar,  estos políticos han de leerse los textos constitucionales y cumplirlos a rajatabla. Luego, con mucha mano izquierda, imponer su cumplimiento a los demás. Y al final, si preciso fuere, proceder al cambio de esos   textos legales, siguiendo el proceso que señala la propia ley.
     Es un camino largo y a veces tedioso, pero ,el más seguro para  vivir justa y  democráticamente. ¿O no?
   
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