En la tele de los sábados por la noche, una emisora en concreto me recordaba a un cura de pueblo obsesionado con el pecado y las penas del infierno en el sermón de cada domingo.
Para corregir el desenfreno de sus feligreses, se recreaba en reseñar las penas del infierno. Y lo hacía con tal fidelidad interpretativa, de forma tan convincente, que dejaba a la concurrencia, deprimida, arrastrada, doliente y triste para todo el día .
Hasta que por fin, en medio de uno de esos sermones acongojantes, un valiente alzó la voz y dijo: "Sr. Cura: si hay que ir al infierno, se va; pero deje ya de "reventarnos" el domingo, que es el único día que tenemos para disfrutar de la perra vida que llevamos".
Y el cura, desde ese momento, se calló como un fiambre.
Pues bien, en esa tele aludida con vocación masoquista, un predicador titulado en económicas, estuvo dale que te pego, a última hora del sábado, dándonos la murga para demostrar lo mal que marcha nuestra economía, la precariedad del empleo que se crea, la imposibilidad de pagar la deuda generada por España y la ruina que nos acecha.
En la última semana el tema de la deuda resultaba conmovedor. Tal y como está la cosa resulta aleccionador que el jefe del socialismo patrio, el señor Sánchez, haya dado una solución para resolver el problema de la deuda en Grecia, cuando los que vamos con la soga al cuello somos los españoles que nos estamos comiendo las habichuelas de nuestros nietos.
Sería bueno que las teles derrotistas se dieran cuenta de que peores fueron los años de la posguerra, cuando el semanario llamado "La Codorniz", -reinventora del humor, para elevar la moral patria- decía aquello de "España no hay mas que una" y respondía el amigo: "Es que si fueran dos, todos nos iríamos a la otra".
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