El terrorismo se puede manifestar de distintas maneras pero, en rigor, es una guerra declarada unilateralmente por una facción comprometida en el ataque directo a una sociedad civil, con el apoyo de multitudes silenciosas y sin embargo cómplices del terror activo.
Los que hemos vivido cercados por el terrorismo y rodeados en el quehacer diario por una mayoría andante con el rabo entre piernas, sabemos que al terrorista no se le combate con paños calientes ni buenas razones, ni menos con interpretaciones históricas o devaneos filosóficos al uso.
Al terrorismo se le combate yendo a por los terroristas como enemigos que son, para darles caza y captura de uno en uno, con los derechos humanos presentes enarbolados en un brazo, pero bien armado el otro para acabar con su poderío; en la guerra, como en la guerra. En una guerra que, sobre todo, ha de ser preventiva.
Y eso de no confundir a los terroristas con sus cómplices incrustados en la sociedad, donde viven como seres honorables, es otro error: son los mismos con distinto cometido. Por lo general, cuando el terrorista muerde, lo justifican: "¡algo habrá hecho!" dicen de la víctima inocente. Pero si el vencido, es de los suyos, si es terrorista, defienden su inocencia, le organizan misas y sufragios, manifestaciones de ,protesta, petición de derechos humanos, explicaciones mil para apoyar "su recto proceder": el de activistas o pistoleros convencidos de su honradez combativa porque no le han dejado otro camino.
Todo ello sin olvidar la ,existencia, en el campo opuesto al terrorismo, de personajes capaces de utilizar la presión antiterrorista, para medrar o enriquecerse canallescamente, que de todo hay en la viña de la política del anti lo que fuere.
En fin, solo quería decir que es una guerra, para que no hagan caso de tanta literatura como se gasta en estas ocasiones.
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