martes, 1 de abril de 2014

LOS TIRANOS SE HACEN

La población de internos era fiel reflejo de la sociedad que, por vivir puertas afuera del asilo, se tenía por normal. Eran dos dictaduras separadas la una de la otra pero al fin y al cabo sometidas a mandatos imperativos, tiránicos, insensibles. Y no era lo malo padecer al dictador amo, sino que siguiendo la línea jerárquica surgían dictadorzuelos detrás de cada ventanilla, o allí donde hubiere seres humanos condicionados por un superior, o tras las cercas de cualquier cuartel, convento, hospital, asilo, cárcel… Los émulos del amo originaban comportamientos donde la personalidad de los sometidos quedaba por principio anulada. Se sabía que el amo de turno, de profesión vigilante de enfermos mentales en el asilo, guardaba una verga en el cuarto de la limpieza, pendiente de una escarpia detrás de la puerta. Se la tenía jurada a Don Paco. Por eso largó el zurriagazo dirigido a su espalda pero, al no atinar con la correa, le alcanzó el cuello y parte de la oreja. Una marca, roja al principio, cianótica luego, delataba el rigor del látigo. La víctima cayó rendida sobre sus rodillas en lastimero estado, la cabellera revuelta, los dedos de las manos crispados, la amargura reflejada en sus ojos. ("Ojo de peregrino". Autor: Pedro Morales Moya. Email: tumecillo@gmail.com

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