lunes, 7 de abril de 2014

UN VIEJO PROBLEMA

Los nacionalistas catalanes tienen un problema que, en el fondo, a juzgar por los síntomas, es común a todos los nacionalismos; por supuesto también al nacionalismo español. El problema se resume en esta frase: somos los mejores y por tanto nos merecemos todo. Si no lo conseguimos es por una razón poderosa: los españoles -dicen los nacionalistas catalanes- no nos comprenden, están contra nosotros y esto es una injusticia que no se puede tolerar. De ahí al abuso de poder solo hay un paso. La única solución, ante el fracaso de todo otro intento, es darse de baja de ese club llamado España para fundar uno propio llamado Catalunya.= El caso es que estos nacionalistas perciben que una separación traumática sería mal interpretada por una inmensa mayoría de españoles, y sospechan, huelen que algo así no les conviene. Una sensación de desprecio, abona esas motivaciones separatistas. No es que el español odie a quien lo desprecia: más bien lo aborrece.= Aborrecer es sentir aversión, y la aversión supone rechazo: una forma de pedirle al prójimo que no moleste siquiera con su presencia no deseada. Esta conducta suele ser propia de muchos españoles respecto, por ejemplo, a portugueses y franceses. Desde hace siglos, salvo contadas excepciones, no hacen buenas migas unos y otros. La culpa no es de nadie, pasa entre pueblos vecinos; pero el español reacciona con algo que heredó de sus mayores y que lleva impreso en el alma: nadie es más que nadie, y yo no soy un don nadie.= Los catalanes separatistas han tropezado con un gallego en la Presidencia del Gobierno. Creo que ha sido una suerte para todos. Al gallego nos lo hemos encontrado en la escalera: no sabemos si sube o baja y esto nos tiene desconcertados; también a los catalanes. Pero no se ha perdido el sosiego. La cosa va sin ira.= Entre nosotros: el disparate se consumará a pesar de todo, y todos saldremos perdiendo. Somos españoles, catalanes, vascos, castellanos, etc.., pero en el fondo de sangre celtibérica. Para guerrear siempre encontramos con quién; para amar, nunca preguntamos con quién. Por eso en España, no hay pueblo ni casta que no este mestizada. ¿No es ridículo que estemos toda la vida queriendo romper el molde?

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