miércoles, 2 de abril de 2014

EL SEGURO INSEGURO.

En ese pequeño pueblo que conocí de niño, del que tantas enseñanzas prácticas he recibido, vivían unos treinta labradores poseedores, cada uno, de su correspondiente pareja de bueyes. En primavera -tal que por estas fechas- se reunían en una campa para clasificar el ganado y concertar su seguro; formaban una especie de mutualidad y era exigencia obligada acordar el valor de cada pareja bovina y el riesgo que corría de quedar inservible algún buey como consecuencia de cualquier accidente inesperado.= La comisión clasificadora examinaba la edad de los bueyes, su estado físico y los riesgos de causar baja provisional o definitiva para, en consecuencia, indemnizar, al labrador contratante de la póliza mutual, en justa proporción al perjuicio sobrevenido.= Henos aquí, ante un grupo de labradores organizados bajo una mutualidad de seguros propia, que lo primero que hace es valorar el riesgo de perder el bien asegurado,(los bueyes) para deducir la cuota justa, equitativa y razonable a pagar por cada uno.= Pues bien: lo que hacían esos labradores, no lo hacen -y si lo hacen no lo publican- los que estudian las cotizaciones que hemos de pagar por las prestaciones que nos hace el seguro de enfermedad (tal vez tenga otro nombre, pero lo llamo así para entendernos).= Para empezar, de ese seguro se valen y aprovechan muchos enfermos que no cotizan, bajo el supuesto de que es el Estado el que corre con los gastos. Lo cual -eso de que el Estado paga-, es un engaño, ya que el Estado somos todos y por tanto, de una forma u otra, pagan los de siempre. Para jugar limpio, el seguro (como hacían los mutualistas del pueblo de marras) tendrían que pagarlo todos los que de él se benefician, y para ser más justos, en proporción a los riesgos que corren. Lo que nos llevaría a plantearnos un problema: ¿Cómo y a cargo de quién deben ser atendidos los arribistas que llegan a beneficiarse del seguro de enfermedad sin haber aportado cuota alguna? Como para todo gasto hay un límite, habrá que saber dónde está ese límite. Y si el pago del exceso corriera a cargo del Estado español, denunciar el engaño; porque, en ese caso, ya se sabe: nos fríen a impuestos o nos bajan los salarios.= Y si ese Estado no paga, o alguien no lo hace en su lugar, llegará un día en que todo se irá al garete, es decir al carajo. Esto lo sabían muy bien los mutualistas de la boyada.=

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