sábado, 12 de abril de 2014

CAMINO SIN FUTURO.


    La carretera que cruza mi pueblo tiene historia. Nos conduce a Bilbao, una villa sin mayor importancia a  comienzos del XIX, de unos 12.000 habitantes, que subiría  como la espuma  para superar las 100.000 almas, con un nivel de vida superior al de muchas otras ciudades de España, al  iniciarse el XX.
    Vizcaya tenía fronteras mercantiles con los territorios que la rodeaban y en los límites provinciales existían aduanas para el cobro de derechos, con arreglo a su régimen foral.
    Después de la primera carlistada,  el general Espartero (en 1841) se cargó las aduanas forales y dio vida al transporte de toda suerte de mercancías ente Vizcaya y  el resto de España.
   Por otra parte -también por prescripción foral- Vizcaya no podía exportar hierro; esta limitación fue desactivada bajo la influencia de las teorías  favorables al libre comercio, también liberales.
    Bajo estas novedades, los propietarios de tierras ricas en mineral férrico empezaron a prosperar y parte de esta prosperidad llegaba a los pueblecillos mejor comunicados  con la  villa vizcaína. Luego, cuando se impuso  la implantación de los altos hornos y con ellos se dio  un nuevo empujón al sector siderúrgico, una respuesta socialista ante el mal trato que recibía el personal obrero, equilibró en parte la distribución de   la riqueza.
    El progreso económico social, por tanto,  vino de la mano de los emprendedores vizcaínos gracias a  un generalote  liberal que llegó al poder para suplir en la regencia  (Isabel II, futura reina era menor de edad) a Cristina de Borbón Dos Sicilias  y no dudó en poner la línea fronteriza de España en los límites del Estado; y gracias, también,  a  los líderes  socialistas que lucharon por dignificar la vida de la clase obrera.
    Al final,  la prosperidad en mayor o menor medida llegó en bien de todos, incluidos los muchos vascos,  entonces carlistas en gran  número,  partidarios de mantener  fronteras forales y otras  limitaciones comerciales. En beneficio, también, de las generaciones actuales,  hoy nacionalistas en gran número, partidarios de recrear esas fronteras gracias  al apoyo de muchos  hijos de españoles,  llegados a Vasconia con  distintas migraciones obreras y  de clases medias, más  o menos vasconizadas en la actualidad  desde la escuela. Todo lo contrario de lo que pedía  Don Sabino Arana Goiri, padre de todos los nacionalismos vascos, que reservaba el uso del euskera para los vascos de pura raza.
   Se oyen en la actualidad voces euskéricas, que reniegan de la globalización por el sencillo motivo de que este movimiento va en contra de las esencias de los pueblos que supieron  conservar los valores étnico-culturales de sus ancestros. Algo que también sucede en Cataluña,  según el grito  de muchos  catalanes muy nacionalistas (otros no  tanto), en defensa de las sanas tradiciones del país.
   Dejo el tema aquí para que cada uno explore por donde puede ir España en busca de la salida de una crisis atenazante, donde habrá que decidirse: bien por avanzar a compás del irreversible fenómeno de la globalización, o de languidecer sumidos en las teorías socio-económicas vigentes en el pasado siglo XX.

No hay comentarios:

Publicar un comentario