Pacotilla es una palabra recogida en el Diccionario de la RAE que tiene varias acepciones. Voy a utilizar la que alude a la inferior calidad de algo o de alguien. En Chile, Guatemala y Honduras, la pacotilla es la chusma. No voy tan lejos.
El político de pacotilla es el que por activa o por pasiva -instalado o no en el poder- interviene en el gobierno de un país sin haber hecho méritos para ello, por carecer de las facultades mínimas necesarias y de la consiguiente experiencia para el noble ejercicio de esta actividad.
Convendrán conmigo, y a los resultados me remito, que en España, el número de los que viven del ejercicio de la política a costa del erario público, es inconmensurable (o sea que por su gran magnitud no pueden medirse o contar) y que ahí está la pacotilla.
El político, para ser útil a la sociedad, ha de demostrar -antes de nada- que por su propio esfuerzo ha resuelto su vida al margen de la política y que, por tanto, no necesita de los cargos oficiales que pudiere desempeñar, para defenderse con cierta holgura si lo cesaran o quisiera dimitir.
Estas esta la cuestión: la base de toda corrupción en el sector de la política - cualquiera que sea la ideología de un partido - hunde sus raíces en el número de políticos de pacotilla que figuran en las listas de las que salen los cargos de responsabilidad remunerados. Esta pacotilla -aun cuando esté bien pagada- se siente insatisfecha y a partir de este hecho, cuanto sucede en España tiene su lógica. En virtud de un viejo lema según el cual la ocasión la pintan calva, estos políticos de pacotilla se dan a la rapiña. Y como aquí nadie devuelve lo birlado, si se les pilla con el carrito de los helados, con unos años de cárcel -pocos, normalmente- cumplen y pronto están en la calle. Y ¡a vivir que son dos días!.
Los Gobiernos nunca inician los recortes por su gente, aun cuando les conste que son unos inútiles. ¡Y así nos va!
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