lunes, 27 de marzo de 2017

LOS FUEROS ORIGINARIOS VASCOS

   
(Continuación)

     Es curioso advertir que la invasión musulmana, cuando llega a la península Ibérica, provoca la huida de  gentes de distintas castas que, desde el sur,  van a buscar refugio en una franja montañosa del norte  hispánico.  Según los historiadores y, según latitudes,  se mezclaron razas y familias de muy diverso origen que terminaron por fundirse con la población aborigen y la visigótica, acogidos a una misma fe religiosa: la cristiana. Al, calor de esa fe, bajo una jurisdicción acaudillada por cristianos, se organizaron de varias maneras esas gentes para supervivir.
      "En aquellas circunstancias (según el historiador Miguel Ángel Ladero)  "las poblaciones astures y cántabras pudieron emprender campañas de resistencia  y depredación" en respuesta a los ataques musulmanes.
      Estos pueblos norteños tienden a imponer en tierras y lugares reconquistados su fe y sus buenos usos y costumbres, de los que van a dimanar leyes e instituciones, previa adaptación  a las circunstancias que los rodeaban. Este imperativo acondicionador y las exigencias climáticas y ambientales, van generar la solidaridad de las poblaciones afectadas y la forja de los usos y costumbres.
     El  pueblo llano se organizó para a ir al encuentro del invasor árabe, dirigido  por jerarcas con mandato real, en defensa propia y "en aumento de la justicia"; jerarcas elegidos  para colaborar en el reconocimiento de los derechos de la colectividad como  competencias propias del pueblo llano, a cambio de mantenerse firmes ante el enemigo común y rechazar las alfeizas árabes.
      Por ahí, con variaciones según las zonas, empieza la forja de los fueros originarios  que se implantarán en la franja hispana al  norte del Duero y en la cabecera del Ebro. Luego se extenderán a la Vasconia peninsular.
     Este relato -simplificador-  no tiene otro interés que el de señalar que  los fueros originarios no eran en  exclusiva de los vascos; fueron  apareciendo en  una sociedad de la alta edad media y en algunas regiones españolas. Esa génesis foral, no  impide que los vascos la asuman hasta dotarla de sello propio. No estaban tan alejados estos  vascos puros de los demás vecinos ya romanizados. La comunicación existía ya.
     Valdegovía, tierra que conozco y que conservó su propia foralidad, fue una merindad de Castilla que luego, por pura conveniencia, quiso integrarse en el territorio alavés, sin que sus moradores perdieran la condición de españoles. ¿Por qué se la iban a quitar si esta tierra ganó el honor de ser titulada como el Real Valle de Valdegovía? Conservó sus  buenos usos y costumbres que evolucionaron con el paso de los tiempos. Cada pequeña población tenía sus  derechos: a contar con una Junta Vecinal y otros cargos, a que les fuera reconocido la "presura", a gozar del buen uso de tierras comunales , a cumplir el deber de colaboración por medio de la prestación personal, a mantener activos los edificios propios,  como  la escuela, el molino, el horno, el herradero, el cementerio...; a colaborar en el cuidado de los caminos, de las fuentes públicas, del monte, del río; a la contratación de servicios médicos, docentes, ganaderos, etc.; al mantenimiento de otros como la dula,  las igualas, las veredas...
      Era una versión medieval de los valores hoy reconocidos como  indispensables para que funcionen con eficiencia las comunidades autónomas. Convivían, sin reconocerlos por esos nombres, con los principios de solidaridad, proporcionalidad y subsidiariedad que hoy se consideran necesarios  para estructurar una sociedad estable.
      ¡La solidaridad, unía; la proporcionalidad, economizaba; la subsidiariedad, jerarquizaba!
       Ninguna de estas virtudes cuentan en la España autonómica de nuestros días, salvo contadas excepciones.
       ¿Hay o no un sitio para los que desean inspirarse en el antiguo fuero?

(Continuará)

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