jueves, 30 de marzo de 2017

EL CONGRESO Y SU HEMICICLO

        Un buen amigo, al que conocía y trataba por ser el último de la clase, sin ser tonto
 sino todo lo contrario, interpretaba a las mil maravillas a los profesores del curso a los que sacaba de quicio. Lo suyo era el teatro
        Años más tarde vivía pipudamente y, en confianza, me mostró su secreto: el don de gentes mediante el  montaje, que parecía espontáneo, de escenas satíricas con las que divertía al público.       Adulaba con maestría a los espectadores, se solidarizaba con quien le convenía, gesticulaba el enfado, promovía el optimismo, se desenvolvía con naturalidad,  aplaudía las risas ajenas, daba abrazos, consolaba al triste, felicitaba de corazón a sus seguidores...los besaba hasta en la boca...
      De ser el último en llegar, de estar al final de la cola, pasó a ponerse en los primeros puestos hasta que poco  poco, cada vez  más, -tanto se repetía-, fue perdiendo  popularidad y luego confianza.         Desde aquí y ahora, les digo que no quiero establecer paralelismos, aunque la tentación me puede, ya que en la política española se ha deslizado un  personaje que sabe cómo  pasar de las musas al teatro.
     ¿Pero ustedes no sabían que siendo profesor en la universidad montó un grupo de teatral bajo el paraguas de Antígona?  ¡Todo un símbolo!.
     Detrás del hombre hay una vocación.  En este caso no es una vocación política. Esto explica el cambio argumental del sujeto. No es él. Es el papel, que representa. Tiene imitadores, pero malos.
     Y sin embargo... hasta puede triunfar. Eso indica que sus adversarios, tomados en grupo, son peores.
     Ha llegado la hora del cambio de sistema electoral. Las listas cerradas promueven a los que cuidan lo suyo y olvidan lo de todos. Por eso aplauden. La mayoría están en el teatro y no quieren tomar conciencia de esa realidad.
     ¡Me duele, pero así lo veo!

     
   
     

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