viernes, 17 de marzo de 2017

CLASE MEDIA A LA DERIVA

     Del 2007 al 2017, diez años, la clase media española ha perdido más de tres millones de personas que hoy malamente bordean los límites  de la pobreza. ¡Estúpida crisis!
     Y después de esta lección ¿qué dicen los españoles? Nada  nuevo. ¿Y qué hacen los  políticos? Unos pocos, aportar ideas,  sacrificarse y sufrir. Otros, en número mayor pero sin exagerar, callarse y aguantar marea. Y los más, sin perder ojo, van de palmeros para conservar su  puesto en las listas de candidatos cuando no están chingando a la peladita.
     La clase media en España no sabe asociarse en defensa propia. Se queja (con razón), protesta sin salir de casa (cargando el cabreo sobre los menos culpables) y hasta blasfema (llegado el caso). Y si sale a la calle es casi siempre para ponerse en  manos de unos artistas de la promesa rimbombante, que  suele servir para premiar a los más atrevidos a la par que demagogos.
     La clase media está en manos de las multinacionales que se configuran para vender bienes y servicios con alta rentabilidad, del gran capital que se las arregla para ganar cuanto más mejor sin mirar al que sufre, de las organizaciones que suscitan la admiración de las masas a las que ilusionan  y colectivizan, mientras las ordeñan...
      La clase media,cuando vienen mal dadas, se para a la espera de embrujos justicieros que llenarían un memorial.
     Y no es esto. La clase media, para empezar, ha de saber asociarse y mantenerse fuerte,  no en tiempos de vacas flacas, sino desde la cresta de la ola. Tiene que saber organizarse para formar, no un partido político, sino grupos de presión, lo que los americanos llaman "lobyys". Ha de saber exigir.
     De no ser así, el declive se sabe cuando empieza pero no cuando acaba.






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