LA GUERRA DE LA CONVENCIÓN.- Como es sabido la Guerra de la Convención surgió entre España y Francia en 1793, a raíz de la ejecución de Luis XVI por los republicanos franceses. Tuvo tres focos de actuación: Vascongadas y Navarra, Aragón y Cataluña y consecuencias poco conocidas por la generalidad de los españoles de nuestros días. Son y podían servirnos de enseñanza; como ahora, los españoles en aquellas calendas tenían sus preocupaciones.
El Gobierno de los Borbones en Francia se había disuelto y pasado a manos republicanas. Llegaban a España las ideas revolucionarias y -en defensa de sus privilegios- los sectores influyentes de la sociedad española -salvo contadas excepciones- se atrincheraron en los principios que convenían a sus intereses. La España analfabeta y sin defensas empezó a dar tumbos y a creer que las diferencias se solucionaban a tiros. No les cuento. El que no tenga en su familia algún muerto como consecuencia de esas luchas y las que siguieron, es que no es español o tuvo un ángel de la guarda como escolta haciendo horas extraordinarias.
En la Guerra de la Convención (también llamada Guerra de los Pirineos) no hubo unidad de criterios y hasta se dieron conatos de rebelión, como sucedió en la Guerra de la Independencia, cuando solapadamente los afrancesados, en guerra con sus compatriotas "españolistas", tuvieron que emigrar para salvar sus vidas. Por ahí empezó la cosa y así nos fue. La mayoría de los españoles no lo percibió y se aferró la santa tradición.
Ahora, dos siglos y pico más tarde, soportando, a lo largo de todo ese tiempo, a unos políticos que no nos merecíamos y a unos medios de comunicación muchas veces sectarios, estamos de nuevo liándonos la manta a la cabeza hasta crear un clima hostil en una España de nuevo dividida. Como en un principio aunque con otras capas, tenemos al poder (y la oposición) cuarteado por ladrones y fanáticos. España va por mal camino.
El primer e ineludible acuerdo para vivir en paz, a tomar entre políticos del signo que fuere, debe conducirnos a limpiar el campo hoy contaminado por la morralla. Hay que empezar por echar a la calle a todos aquellos que formaron parte de una chusma dedicada al pillaje y la rapiña, y a quienes, bien por omisión o por acción, no supieron o no quisieron eliminarlos con la ley en la mano. Se hace de todo punto necesario dejar en la cuneta a quienes han robado o hecho trampas y a sus consentidores, cualquiera que fuera su partido de origen.
Conseguido esto, auditadas las cuentas, con todos los "negocios" esclarecidos, restablecida la justicia y la equidad, se podrá hablar con juicio sereno, de lo que más nos conviene a todos los españoles.
Cono es lógico, sedativo y saludable, empecemos por reunir para dialogar y entenderse, a los limpios de corazón e higiénicamente presentables.
¿Qué peligro hay en dialogar entre personas honestas en pro del bien común? Pero da a la nariz, que todo el montaje político español de nuestros días, está articulado en beneficio de unos pocos, capaces, eso sí, de ponerles trampas a lo mejor de su familia para quedarse con la herencia.
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