martes, 13 de octubre de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA LXXVI

     LOS RICOS Y LOS POBRES.- No es justo, en una sociedad democráticamente constituida, que existan grandes diferencias entre los  ricos y los pobres. En este  punto es fácil poner de acuerdo a hombres y mujeres de  buena voluntad.
     Los teóricos nos proponen un régimen de igualdad para ser justos y felices, pero los ensayos realizados hasta la fecha tan solo han conseguido -por la vía impositiva totalitaria-, que se alcancen para una mayoría, situaciones socio económicas que se aproximan  a un ideal igualitario a costa de perder la libertad y pasar  de hecho a ser esclavos y pobres. Esta realidad, soportada largos años en bastantes naciones, no ha hecho feliz sino a muy pocos (a los que mandan) a costa de  los demás   que ignoran la vida dotada de libertades democráticas.
     Las naciones que puestas a elegir entre libertad o igualdad, antepusieron la primera de estas dos condiciones -libertad- a la segunda -igualdad- trataron  de mitigar las diferencias entre ricos y pobres e idearon, a tal fin,  la fraternidad (hoy llamada solidaridad) en favor de los más débiles o peor dotados.
    Lo que ocurre en la práctica es que los más fuertes, por lo general, hacen trampa y, si a mano viene,  legalizan, gracias a su poder,  situaciones injustas en su provecho o,  a contra pié, idean sistemas  para incumplir las leyes igualitarias aprobadas  desde la solidaridad democrática. Con lo cual los pobres casi siempre están hundidos en la miseria y cada día que pasa se sienten más desamparados.
     A esto hay que añadir que los seres humanos son por principio inteligentes y libres y si, cuando se sienten fuertes, les gusta  salirse con la suya  como a cualquier depredador, cuando se ven débiles buscan a un pastor que lidere al rebaño.
     Es decir que el ser humano, por naturaleza,  no es rebañego, pero se siente mas seguro si un pastor dirige la manada. Por eso  suele ir tras esos pastores -que siempre los hubo-; suele ir porque le resulta más cómodo y gratificante esta conducta,  que pelear por su cuenta para situarse en  la vida  en el lugar que se merece.
      Esta es la razón de que siempre hayan existido guías, redentores, caudillos, sanadores, profetas, brujos y... sobre todo políticos; así hasta el infinito, porque  nunca faltan  mansos corderos a los que contar bellas historias.
      No quiero seguir porque la humanidad, con sus vidas sin remedio, induce a ser muy pesimista. Si no hay cielo, hemos hecho bien en inventarlo. Es una forma de existir.
   

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