LOS RICOS Y LOS POBRES.- No es justo, en una sociedad democráticamente constituida, que existan grandes diferencias entre los ricos y los pobres. En este punto es fácil poner de acuerdo a hombres y mujeres de buena voluntad.
Los teóricos nos proponen un régimen de igualdad para ser justos y felices, pero los ensayos realizados hasta la fecha tan solo han conseguido -por la vía impositiva totalitaria-, que se alcancen para una mayoría, situaciones socio económicas que se aproximan a un ideal igualitario a costa de perder la libertad y pasar de hecho a ser esclavos y pobres. Esta realidad, soportada largos años en bastantes naciones, no ha hecho feliz sino a muy pocos (a los que mandan) a costa de los demás que ignoran la vida dotada de libertades democráticas.
Las naciones que puestas a elegir entre libertad o igualdad, antepusieron la primera de estas dos condiciones -libertad- a la segunda -igualdad- trataron de mitigar las diferencias entre ricos y pobres e idearon, a tal fin, la fraternidad (hoy llamada solidaridad) en favor de los más débiles o peor dotados.
Lo que ocurre en la práctica es que los más fuertes, por lo general, hacen trampa y, si a mano viene, legalizan, gracias a su poder, situaciones injustas en su provecho o, a contra pié, idean sistemas para incumplir las leyes igualitarias aprobadas desde la solidaridad democrática. Con lo cual los pobres casi siempre están hundidos en la miseria y cada día que pasa se sienten más desamparados.
A esto hay que añadir que los seres humanos son por principio inteligentes y libres y si, cuando se sienten fuertes, les gusta salirse con la suya como a cualquier depredador, cuando se ven débiles buscan a un pastor que lidere al rebaño.
Es decir que el ser humano, por naturaleza, no es rebañego, pero se siente mas seguro si un pastor dirige la manada. Por eso suele ir tras esos pastores -que siempre los hubo-; suele ir porque le resulta más cómodo y gratificante esta conducta, que pelear por su cuenta para situarse en la vida en el lugar que se merece.
Esta es la razón de que siempre hayan existido guías, redentores, caudillos, sanadores, profetas, brujos y... sobre todo políticos; así hasta el infinito, porque nunca faltan mansos corderos a los que contar bellas historias.
No quiero seguir porque la humanidad, con sus vidas sin remedio, induce a ser muy pesimista. Si no hay cielo, hemos hecho bien en inventarlo. Es una forma de existir.
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