viernes, 23 de octubre de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA LXXXIV

       EL ATAQUE PERSONAL ENTRE POLÍTICOS.- La pobreza -no se si oratoria o mental- de muchos de nuestros políticos, es para pensársela. Carecen de ingenio hasta cuando se insultan. No saben perorar para convencer y, a cambio, recurren como colegiales  al ataque "ad hominem".
       El líder socialista Pedro Sánchez  dio comienzo al último discurso de control al Gobierno, dirigiéndose al presidente del Gobierno, con esta "ingeniosa"  puya: "Usted miente más que habla". Se trata del insulto más impropio vomitado por alguien que defiende la implantación de una educación ciudadana en las escuelas ¡Vaya ejemplo!
       "Miente más que habla". Pues bien, mentir, lo que se dice mentir, no sólo consiste en faltar a la verdad, sino hacerlo con intención de engañar. Creo,  de verdad, que el Presidente, en los comienzos de esta legislatura dejó de cumplir unas promesas al poco de formar Gobierno.. No hay por qué disculparle  por este incumplimiento, pero sus promesas iniciales las formuló de buena fe, sin intención de engañar. Quedó verazmente comprobado que al estar el País hecho unos zorros, por culpa del Gobierno anterior, solo quedaban dos soluciones: se cambiaba de política por la vía de la austeridad voluntaria, o nos la cambiaban  por la vía del "rescate" que significaba lo  mismo pero en dosis corregidas y aumentadas.
       Cuando alguien, como el Sr. Sánchez, inicia la sesión parlamentaria con un insulto, el ofendido no debe aceptarlo. No se puede legitimar la injuria.  Sencillamente, hay que dar la única respuesta digna: "Usted  Sr. Sánchez, como persona, como ser humano,  se merece todos mis respetos. Para ponerme a su altura tendría que responder a su insulto con otro y tal actitud no va con mi  forma de ser. Perdón Sr. Presidente y perdonen sus señorías si guardo silencio, en este caso, en señal de protesta".
       El tono de riña callejera, al peor estilo,   está de sobra en los debates que nos afectan a todos en un Parlamento que hasta en el uso del idioma ha de ser ejemplar. Algo que no está reñido con una ironía fina, ingeniosa y ocurrente.
      Cuentan de un parlamentario que se sintió aludido cuando su  rival terminó el  discurso diciendo: "¡Qué se puede esperar de un personaje que se acuesta con un pijama a rayas!" La réplica no se hizo esperar y como remate su autor lanzó este dardo dirigido a su adversario: "A propósito de mi pijama a rayas: ¡Hay que ver que indiscreta es su señora!".      

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