sábado, 10 de octubre de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA LXXIV

     LA UNIDAD Y LA SOLIDARIDAD EN ESPAÑA.- El artículo segundo de la Constitución es  claro y expresivo: el texto constitucional "se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".
     ¿Estamos de acuerdo, sí o no?
      Supongamos que sí : en ese caso ha de reconocerse que existen dos ideas prioritarias -unidad y solidaridad-  a cumplir  por todos los españoles, sean o no constitucionalistas. Si no estamos de acuerdo  con la unidad,¿de qué  nos sirve la solidaridad? En tal situación esta Constitución no nos vale. Tendríamos que  recurrir a las normas que ya existen para cambiarla por otra.
      Unidad y solidaridad. Esta es la ley. Pero es innegable que la unidad tiene detractores y que desde sus filas se propone la rebelión y el incumplimiento de las normas vigentes, con el fin de romperla.           También es cierto que una gran  parte entre los españoles advierte una cierta pasividad de las autoridades para contener esta rebeldía separatista. Esos españoles  se sienten  huérfanos y carentes de guía.  En casos así,  los otros, los rebeldes separatistas  no se controlan y suelen incurrir en excesos de palabra y obra. Cuando esto sucede, los comienzos alegres y folclóricos parecen divertidos; en efecto, se sabe como empiezan las rebeldías,  pero se ignora como acaban.
      Como buenos españoles, no conformes con el problema de la unidad, hay quien suscita el de una falta de solidaridad entre autonomías.  No están conformes en cómo se reparten los derechos  y las cargas entre los españoles de las distintas Comunidades Autónomas. Unos se sienten perjudicados respecto a otros, también españoles que se avergüenzan de serlo pese a estar beneficiados.Y esto, que no es justo y que podría arreglarse por la vía del diálogo, viene a mezclarse con el problema de  la unidad y a hurgar en una herida que nunca acaba de cicatrizarse en España.
      Todo sucede en unos meses de actividad electoral, que son los  más propicios para que nos crezcan los enanos y se nos incendie el circo.
      Luego, podremos  pasar otros cien  años contando nuevos muertos de la quinta (o sexta, no estoy seguro) guerra incivil. Entre todos,  pertenecientes a la elogiada diversidad de gentes de este país llamado España, estamos de acuerdo en que no nos ponemos de acuerdo, y en que lo mejor es resolver las diferencias a tiros, echándose los muertos a la cara los unos a los otros en futuras generaciones.
     ¡Qué país, qué paisaje,  qué paisanaje!, que dijo Miquelarena.

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