martes, 18 de agosto de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA XXVIII

      ADIVINOS DEL FUTURO POLÍTICO.- Cuentan que, en la antigua Roma, al encontrarse dos arúspices -adivinos del futuro político de los famosos de aquel entonces- se desternillaban de risa. En nuestros días, es posible que los encuestadores profesionales hagan otro tanto, es decir carcajearse hasta caer rendidos. Los arúspices examinaban los higadillos de algunos animalejos; los profetas, al día de la fecha, clasifican las respuestas de cientos de  personas elegidas a estos fines.
      Como toda persona de buen conformar suelo dar la bienvenida a las encuestas porque sus autores acreditan su honradez, diciéndonos: estos datos que ofrecemos no son una predicción de futuro, sino una constatación del pasado.
      O sea que si las elecciones se hubieran celebrado el día en que se hizo la encuesta, el resultado habría sido el que se publica. Estos datos no valen para hoy ni,  mucho menos para dentro de tres o cuatro meses. Son útiles para el día concreto en que se hizo la encuesta, que ya pasó. En resumen, nadie que se pare a pensar podrá explicarnos que confianza se merece el anuncio de una inundación, si tan solo se basa en contar las  aguas que ya pasaron de largo y han llegado al mar.
     El creyente -y casi todos pertenecemos al rebaño- necesita creer y tanto cuentan los higadillos para unos, como las confidencias verbales para otros: la credulidad es la reina de los enviciados o abducidos por la  política.
     Ya con los datos en la mano, las especulaciones ocupan a cientos de miles de personas, capaces de llegar a paradójicas conclusiones. Entre todas estas conclusiones, hay una que se merece la más grande y  profunda admiración. ¿Cómo es posible que en España, al menos, el líder de la lista más votada sea siempre el peor valorado entre los políticos rivales que salen en  las encuestas? ¿Es que los encuestados están locos o contestan con mala intención? ¿Como siendo el malo, va en cabeza en la,predicción del voto?
     No puede ser una rareza ni extrañar a nadie que si dos competidores dedicados a preparar encuestas  se encuentran al azar,  se descuajaringuen  de risa.




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