lunes, 10 de agosto de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA XXI

     EL SECESIONISMO CATALÁN.- Los secesionistas catalanes deberían templar sus ansias soberanistas y tratar de ver la trayectoria trazada por los Estados  mas adelantados de Europa para mejor organizar su futuro.
     La Unión Europa se empezó forjar al término de la II Guerra Mundial por personalidades convencidas de que la exaltación nacionalista de Francia y Alemania (y -correlativamente- de otros países implicados en la contienda) había sido la causa de aquel desastre de dimensiones faraónicas.
     Donde antes hubo lucha era necesario buscar cooperación. Y para eso, por muy costoso que fuera, se hacía necesario moderar los nacionalismos exaltados. Desde un primer núcleo reducido de protagonistas, decidieron cooperar en tareas comunes y poco a poco fue ampliándose la participación a otros países que se beneficiarían del  mutuo entendimiento. Y de ahí vino uno de los más importantes acuerdos: la supresión  de fronteras entre los países asociados.
     No era un símbolo el que se  ponía en juego, sino un hecho. Las banderas seguían, las fronteras no. Parecía que tan solo se trataba de suprimir unas barreras aduaneras, pero no: las personas, titulares de derechos y deberes, se ganaron de una tacada la supranacionalidad europea entre los ciudadanos de países que firmaron el acuerdo. Habían ganado una primera batalla a los nacionalismos exaltados. Es difícil que a estas alturas  se organice una guerra en Europa entre los países asociados en la UE.
     Aunque otras cosa digan, los soberanistas catalanes saben de sobra que levantar fronteras en la Unión Europea, no conviene a los proyectos en marcha;  tarea pendiente y difícil.  Ni se contempla siquiera en el caso planteado en el Reino Unido, en nada comparable al de España: la escisión no habría afectado a los acuerdos sobre fronteras; aquí, sí.
     ¿Cuál es el camino que nos queda para Cataluña?
      Moderar los planteamientos de unos y otros y llegar a entenderse de buena fe para vivir mejor  sin romper un  plato.  Claro que antes de nada hay que hacer cuentas, clarificarlas, ponerlas al día, apartarse de  interpretaciones históricas tendenciosas y calmar los ánimos. Con la mentira no se va a ningún lado.
      ¿Difícil? Claro que sí. Hasta que los nacionalismos pasen a ser historia.

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