sábado, 15 de agosto de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA XXVI

     EL MEJOR SORDO.- Lo menos que se le podía  exigir a todo político prudente (a un ministro, por ejemplo) es que ajustara su conducta  a la  norma sugerida por  Fernán Caballero reinando Isabel II de Borbón:  "verlas venir, dejarse ir y tenerse allá", algo así como manejarse con paso corto, vista larga, oído sordo, paciencia y mala intención.
     Verán: un político no puede decir en tono dogmático aquello de  "no hay peor sordo que quien no quiere oír" para rendir al adversario;  no puede hacerlo porque es falso y los  políticos han de ser auténticos si quieren ganar las elecciones.
      Por principio, uno es sordo cuando no oye. El buen sordo, no  oye en absoluto. Aquel sordo que  oye algo, es un mal sordo. El peor sordo (aunque no quiera oír) resulta ser el que oye mucho. Por consiguiente: "no hay mejor sordo que el que no quiere oír".
     El centro derecha de España tiene tantos puntos débiles como sordos (políticos que van para peces  y salen rana) y, en consecuencia, toda precaución es poca; y  cuenta con tantos enemigos que a nada que se descuide le fundan un Frente Popular contando con "Podemos" convertidos ya en "casta" .
     Es de señalar ésto, porque al centro derecha le crecen los enanos a la orilla del camino o les pillan con sordera  cada vez que  se anuncian elecciones.  Me acuerdo del chapapote o del atentado de Atocha; o de los rampantes tesoreros que guardan los dineros con tres llaves y además en Suiza; y ahora de la chusma rateril y autora de otras gracietas, la que  ha pringado a todo lo elegible  y encima, si, los llevan a la cárcel, salen para ir de vacaciones cerca de Andorra; digo yo que por algo será cerca de un paraíso fiscal.
     Me da en  la nariz que en casos así lo que procede es tocar  a rebato y que sea un colectivo de significados políticos sensibles a la llamada razón de Estado,  el  que decida lo que proceda para acabar con tanta  podredumbre. Y no como ahora donde las reclamaciones se despachan  entre politólogos de secano cuando no se pierden en el despacho del  maestro armero.
   


   
     

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