martes, 11 de agosto de 2015

DIVAGACIONES DESDE VASCONIA XXII

      EL TURISMO DE CALIDAD.- El turismo es una máquina de ganar dinero. Y así lo tratamos, como si fuera una máquina.
      En  tiempos pasados, década de los sesenta, sirvió  para sacar a los españoles de una posguerra sórdida. Fue un cambio inesperado que ayudó al desarrollo económico-social y posibilitó -en alguna medida-  nuestro acercamiento a Europa y, paralelamente acentuó los deseos de cambiar el régimen vigente entonces por otro democrático.
      En  una segunda tacada el turismo está sirviendo en nuestros días como alivio de la crisis; se cuenta con el turismo como sector más influyente en la creación de puestos de trabajo y adviertan ese hecho: aumenta la masa turística hasta colocar a España entre los primeros países del  Mundo, por el número de extranjeros que nos visitan.
      ¿Y la calidad de ese turismo, qué? ¿Sube o se degrada?
      A juzgar por la reacción de los obligados a soportar a  turistas del todo vale, se degrada a ojos vistas. Protestan  y se les hace poco caso. Y esto, ¿nos  conviene o nos perjudica? A la larga no nos favorece y si los tales turistas se pasan de la raya, si a los que han tomado a España por el país de las juergas baratas, a base de alcohol, droga y sexo,  se les deja campar a sus anchas, pueden hacernos un daño irreparable. Pueden hacer de nuestro País, el pingajo de Europa.
      España, o sus  gobiernos para ser más exactos, tienen que mirar al turismo como si fuera una inversión  y darle los cuidados que necesita para que no se hunda o pierda por impericia de sus dueños. Es un problema de sensibilidad y cuando hay dinero por medio, la codicia endurece los corazones. Por eso hay  que estar vigilantes.
      De paso, España tiene una riqueza cultural en su  interior  (fuera de playas y chiringuitos) muy poco cultivada y peor divulgada. No es un problema de erudición, porque documentación y quienes la cuiden existen, sino de publicidad que pocos han intentado hacerla de forma asequible, amena y productiva. Riqueza cultural que viene a ser otra  inversión, regalo de nuestros antepasados, que -fuera del Camino de Santiago- no somos capaces de hacer que despierte la atención de  multitudes y sacarle rentabilidad.
        Los españoles, tantas veces seducidos por el cambio, no saben lo que tienen  a pesar -los políticos lo dicen-  de que todos somos muy listos. Me perdonaran: no lo veo así.

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