sábado, 13 de diciembre de 2014

NADIE HABLA YA DEL AUSTERICIDIO

   Uno entiende que el optimismo mueve montañas pero no puede olvidar que el pesimista  equivale a un optimista bien informado.
   Admiro a los socialistas porque al poco tiempo de darse el morrón (también llamado la ostra) salieron a la calle con la moral enhiesta, levantada y derecha,  su  optimismo a lo loco,  dispuestos a meterse en los mismos charcos de donde salieron desmochados; es decir, dispuestos a repetir la receta de abrir el grifo hasta que las reservas se acaben y algo más.
   Y por si eramos pocos a la abuelita le  dió  por parir y la criatura <Podemos> puesta a hacer justicia, resulta que quiere anticiparse y ya cuenta con la llave del arcón del dinero para darle aire y meneo sólo Dios sabe cómo.
   Hablando de abuelitas, la de mi mejor amigo. Se cayó desmayada  visto el desgobierno reinante  en la casa de uno de sus hijos. Le dijo:  "cortas por lo sano o te veo en la ruina". "No sé cómo". "Muy sencillo; déjame a mí". "Toma las llaves". Y la abuelita no soltaba una perra que no fuera destinada a los artículos de comer, beber y arder-como decían los  antiguos-,y eso,  siempre que el gasto no fuera calificado de superfluo. Los miembros de la familia adelgazaron y ganaron en agilidad para el trabajo. "Nos quiere llevar al  suicidio" decían llorosos algunos de los afectados. Pero salieron flote.
   Observen a los políticos: todos  ofrecen la felicidad a raudales. Todos derrochan optimismo, se tiñen el pelo y salen sonrientes en las fotografías y/o videos. Y de frenar el gasto, ya no hablan.
   No les hagan caso: están fingiendo. No hay una perra. Todo son "pellas". Pero, no lo olviden.  Nadie habla de austeridad. Muy al  contrario: hasta  la gente seria  se presenta ante sus electores como si en  España no pasará nada, como si estuviéramos en la gloria. La gente siempre quiere que le engañen y es capaz de tropezar cien veces en la misma piedra.
   A mí no me gusta Sánchez, del PSOE, porque se ríe con demasiada escuela cuando no hay por qué. Prefiero  a los que hablan y se ríen poco. Y prometen menos.
   Pero yo, -ahora caigo- con noventa y dos años, no soy de este mundo. No me hagan caso.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario