miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA PODREDUMBRE COMO DISCULPA.

   El menda,  servidor por derecho propio,  tuvo un amigo político y gran andarín sobre el asfalto que respetaba como nadie las órdenes de  las señales de tráfico. Quiero decir que si un semáforo lucía el rojo  en un paso de peatones, mi amigo no movía una pestaña hasta que apareciera el verde de la libertad peatonal.
    "Eres un maníaco", le solía increpar."Nada de eso; como político mi código de conducta ha de ser más exigente  que el de cualquier mortal". "¿Por qué?" , le preguntaba. "Por una  razón; he de dar ejemplo", contestaba.
    Cuando leí la noticia de que una señora, política de campanillas, había aparcado su coche en la vía reservada para el tránsito del autobús con un pretexto banal (sacar dinero de un cajero), me acordé del político que tenía que dar ejemplo. Y me dije: "A mi amigo no le habrían pillado "in fraganti" los guardias de la porra", como le pasó  a la señora importante en cuestión.
    Hoy, en nuestros días, que se puede pagar un café con una tarjeta de crédito, no me digan si no es para partirse de risa la disculpa de la señora emperejilada y discutidora, cosas ambas que se perdonan muy mal  en la España de horchata y pandereta.
    Pues bien otra señora, también política de tronío aunque  de distinto temple, con el inconveniente de que se le encasquillan las ideas va y nos lanza la sentencia de que la corrupción social que contamina la vida española, explica de alguna manera  que en  su partido haya personalidades que se lo  llevan crudo.
     No señora, no tiene usted razón. Los políticos, que son los encargados de hacer las leyes, de cumplirlas y hacerlas cumplir, son quienes han de ser ejemplares, como muy bien lo sabía mi amigo el del semáforo.
     Como los votos que se ganan los políticos no los pagan de su bolsillo (porque los votos, digan lo que digan, se depositan en la urna  a cambio de algo, luego hay que pagarlos) pierden conciencia de lo que cuestan, y esto explica la frivolidad con que hablan. Si les pusieran una multa, o les dieran un zurriagazo, donde yo sé,  cada vez que sueltan  una chorradita, otro gallo les cantara y no perderían las próximas elecciones.
    Pero la cosa no tiene fácil remedio. ¡Qué le vamos a hacer!

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